Vivimos en un mundo de contrastes, de diferencias, de inseguridades y de desigualdades sociales, con una democracia, que ha permitido que tanto sus élites políticas como las económicas sean las poseedoras de exorbitantes medios de poder, institucionales unos y fácticos o reales los otros, pero ambos hacia el mismo objetivo: favorecerse en detrimento del resto. Actúan en asociación mutua para manipular a la opinión pública, conformando voluntades, haciendo uso del poder que los ciudadanos hemos depositado en la democracia representativa.
No perciben, sin embargo, que ellos mismos podrían llegar a ser destruidos siguiendo por ese camino perverso de alimentar con mentiras el sistema; y piensan que su alianza es más fuerte que la voluntad aislada e individual de los ciudadanos, y actúan condicionando para que esta sociedad, tanto desde la vida local, como regional, o desde espacios más globales, se articule a medida de los intereses de sus líderes políticos. Olvidando que lo principal son las personas, esa ciudadanía que, en su mayoría, vive como observante perdedora, y que, por otro lado, será la única fuerza capaz de sacarnos de la ruina social.
A un político (empresario), como es el caso de Trump, por ser el primero en el selecto club mixto de perturbadores sociales en muchos terrenos, la alianza de poder ha conseguido que el sistema democrático lo encumbre, y en otros espacios consiguen que los exculpen, los indulten o adecuen las normas penales, por el abuso que se hace de las mayorías obtenidas. La reciente inconstitucionalidad de la amnistía fiscal impulsada por Montoro es una prueba más de estos abusos, así como la negativa a publicar la lista de los beneficiarios que por transparencia se la ha exigido al ministro desde muy diferentes actores. No se entiende que el Gobierno firmara en 2016 un Acuerdo contra la corrupción (Londres) con 26 medidas, y a día de hoy, solo tres se han puesto en activo, el resto no existe interés por impulsarlas, y ni siquiera se ha hecho público dicho acuerdo, que se conoce por fuentes internacionales. Y una parte muy importante es la transparencia en la contratación pública. Un problema generalizado en el que suspenden casi la mitad de las Comunidades Autónomas y la mayoría de los importantes Ayuntamientos, nuestro Estado de Bienestar, se mantendrá si somos capaces de expulsar de la vida pública a corruptos y corruptores, porque el volumen de los desvíos de fondos es superior a los déficit en sanidad, educación y servicios sociales.
Estas extrañas alianzas de poder, porque son muy diferentes en cada ámbito, y aunque surgen de un mismo método, llegan a extorsionar a las más altas instituciones para que sus decisiones, por muy absurdas que sean, cambien la vida y el rumbo del mundo, nieguen la evidencia, como es el caso del cambio climático, y miren con desprecio a la sociedad como si fuéramos incultos y nostálgicos. Insultan a los ciudadanos que los sostienen, enriqueciendo siempre, a los de la alianza de poder, son ¡Intocables! ¡Impunes!