José Molina Molina
Vivimos en una sociedad inmóvil y expectante a causa del exceso de ruido, de los excesos verbales, de la escasa reflexión y sobre todo por culpa del temor que nos han trasmitido. La ciudadanía huye agotada porque no encuentra respuesta, y nadie le explica las claves de su fututo. Oímos incesantes descalificaciones de unos contra otros, insultos que creíamos olvidados, y se respira con dificultad. Nos falta oxígeno, pero nadie comprueba -como haría cualquier minero experto bajando al fondo del pozo- si el canario sigue vivo, según la metáfora del periodista Carlos Tuya.
Los ciudadanos estamos viviendo un desconcierto que nos arrastra a una convulsión social sin visión de futuro. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible –que son nuestro reto ineludible como Humanidad- se aparcan como si fuesen una suma de propuestas confusas de unos iluminados, una aventura futurible y opcional. Así lo ha presentado Trump, y ha calado. Según ello ahora es más importante defender nuestras fronteras que la naturaleza sostenible. El folclore ha vuelto a inundar la política, y se habla más de las corridas de toros que del salario digno; de la caza que de la defensa de la igualdad de las mujeres; o de las tradiciones religiosas más que de la defensa de los derechos de los pensionistas y las personas con discapacidad. ¿Será que esta sociedad plana no va a luchar por los cambios necesarios? Scheidel apunta en esa dirección.
Nadie atiende al canario que está agotado de asfixia en su jaula, y que no puede cantar a la democracia perdida porque le hemos privado de la libertad, y no respira. No quedan mineros expertos que nos alerten del desastre, y la minería demoscópica se reinterpreta pasándola por las cocinas del chef de la politología. Poco importa que nos digan desde sus menús que nadie ha venido a sentarse a la mesa, y que nos han dejado con los platos puestos más de trescientos mil andaluces, porque no les apetecía la oferta: un seis por ciento más abstencionistas en Andalucía han dado la espalda, porque no les apetecía el menú.
Sin embargo, están surgiendo nuevos menús que están despertando el apetito de muchos hambrientos de ideas: tienen una animada oferta de patrias rebozadas, banderillas toreras, reconquistas machistas y vueltas a una sociedad de etiquetas. Y hemos llegado a esta situación por la falta de capacidad para explicar que vivimos en una sociedad muy compleja, en la que política y democracia son difíciles de comprender si no ponemos un poco de inteligencia. Este fallo de estrategia ha facilitado que la extrema derecha se haya apropiado del espacio, haya magnificado el problema, haya desarmado al contrario, y nos haya sacado himnos y banderas, alzando el brazo en alto y gritando sin complejos que el Liberalismo superará los procesos que arruinan la Tierra. Vuelve la época “gloriosa”, que recupera ideas nefastas y que mira atrás con ira, porque considera que los actores políticos son incapaces de salir de la Crisis que ellos mismos alimentan.