¿Qué tiene que pasar?

Muchos nos preguntamos qué tiene que pasar para que la sociedad civil murciana, sus organizaciones sociales, económicas, políticas y comunidad universitaria se unan, aparquen sus divergencias y respondan con visión de futuro a la doble crisis que tenemos: social y económica. Porque se cierra un ciclo de proyectos desarrollistas que, al fracasar, solo nos ha dejado una deuda que raya en lo ilegitimo. Y no vemos respuestas. La austeridad que padecemos, procede de una crisis externa financiera, pero no olvidemos que parte de esa misma crisis se ha alimentado con decisiones generadas en nuestro entorno, en el que algo tendremos que cambiar.

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Cada vez más, economía y política son un mismo problema. Así lo constata el Barómetro Social Región de Murcia (2013). El último dato del INI sitúa al PIB de Murcia en el puesto 15 de entre las 19 CCAA, una posición parecida a la de 1984, cuando realizamos el primer PDR (Programa de Desarrollo Regional). Si treinta años después seguimos en la misma posición, tendremos que pensar que algo no se ha hecho bien. La típica/tópica excusa de las herencias recibidas y el victimismo con la Administración Central no se justifican, salvo que nos aliemos con las teorías de Artur Mas. ¡Hemos sido más cigarras que hormigas! Y eso es lo que percibe el ciudadano cuando un 48,6% rechaza el aeropuerto, con un 10,5% que no contesta. Parecida respuesta se merecen otros macro proyectos. La experiencia y la prudencia nos dicen que una Administración Pública no debe desarrollar un proyecto si no lo acepta más del 75% de sus electores y más si puede suponer una carga para su Hacienda.
Con esa percepción, los ciudadanos de esta región (un 82,8%) no ven que 2014 sea el año de la recuperación y, en la misma encuesta, un 68,4% piensa que seremos los últimos en salir de la crisis, con más paro y más desigualdad. En cuanto a los grandes problemas que perciben en esta región señalan, por orden, el paro, la economía, la corrupción y fraude, y la clase política: cuatro caballos desbocados que solo podríamos dominarlos los ciudadanos si actuamos coordinadamente.
Los que ganaron elecciones prometiendo un país de ensueño, deberían pedir perdón, analizar sus errores y, durante el tiempo de gobierno que los ciudadanos quieran que sigan, ir cambiando el rumbo tan equivocado de su política, llevar una contabilidad analítica, como les ha recomendado el Tribunal de Cuentas en su reciente dictamen, administrar con más eficiencia y con transparencia, porque no son un buen final los más de cien salvedades (errores) contables y algunos de procedimientos graves que pueden terminar en los tribunales, según valore el fiscal. Se percibe haber vivido un gobierno de los ciudadanos que gobierna contra los ciudadanos. Por eso se precisa un nuevo espíritu, como el que nos guió en la Transición política, para iniciar un segundo y novedoso ciclo, con ideas transformadoras en la política, en la economía y, como dijo Lula, aprendiendo siempre de los errores. Los que gobernaron, los que ejercieron la oposición y los ciudadanos cuando votamos. Todos debemos sacar nuevas conclusiones.
Es tiempo de pactos renovados, de recuperar derechos y salarios. Por ejemplo, la Administración Obama a aprobado el salario mínimo federal -ha pasado de 8,10$ a 10,10$ hora- y en Alemania el pacto SPD y CDU, ha supuesto establecer un “salario mínimo” de 8,5€ hora. En España olvidamos la reivindicación de la “renta básica” y el BOE nos ha confirmado que el salario mínimo seguirá congelado: está a la mitad que el alemán. Queremos salir de esta bancarrota, apartando a los que la han provocado, con un nuevo ciclo democrático, con más participación, haciendo las reformas que se precisen y dando señales de esperanza a los ciudadanos.
Esos cambios reforzarán nuestro sistema como lo hicimos en 1978: transformando lo existente y construyendo una nueva sociedad. Ahora precisamos marginar lo que estorba, pero sin culpar a los mercados de lo que son problemas internos. Hay quien lleva muy mal lo de rendir cuentas, pero se precisa reforzar la participación, la representación y las instituciones. Entonces será cuando entre todos minimizaremos los costes sociales de las turbulencias. Los fantasmas que corren por las regiones desaparecerán con más democracia. Los demócratas españoles tenemos un deseo: unir valores y virtudes, porque cuando hay un proyecto, hay esperanza.
José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y miembro del Círculo de Economía
Publicado en el Diario La Verdad (Murcia/España) el 8/1/2014

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