Formatos democráticos

 «Hay que seguir construyendo el Estado Social de  Derecho, no derrumbarlo».

 Las vías que construyó la Transición son un espacio político por donde se transita y su respaldo democrático fue el precio para pasar de la dictadura a la democracia, jugó la generosidad de los ciudadanos para disfrutar de nuevas instituciones, aunque siguieron vigiladas hasta que se superó los ruidos de la “trastienda”, liberándonos poco a copo, hasta caminar con soltura en un formato democrático. Esa nueva estructura, definía un modelo de  Estado de bienestar, con el compromiso de construirlo, nunca derrumbarlo.

La crisis económica ha sido la causa perfecta para dar marcha atrás, desordenar nuestros derechos, anulando unos,  y recortando los que no encajaban en un modelo  conservador, que nos regresa al pasado. Se reformó la Constitución, utilizando vías alejadas de las que los votaron, y se observa poca fe en el texto que ha quedado. ¿Nos servirá por mucho tiempo este formato?

Observo que no encajan muchas cosas, porque no creemos en la virtud de la tolerancia, en el pensamiento crítico, diverso, inclusivo, y por qué no, hasta en el contradictorio. Pensamiento y  forma democrática, no han sabido adaptarse para ampliar las demandas de la nueva sociedad y dar cabida a su ímpetu de cambio, que con todo el derecho del mundo, los ciudadanos reclaman por robarles su futuro y arruinar los principios del Estado social.

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Oímos tantas explicaciones contradictorias, que es mejor que los que intentan convencernos sean sustituidos por otros, porque su argumentario es tan pobre, repetitivo y contradictorio, y dicen sus propuestas, desconfiando de la razón humana de los ciudadanos que atónitos les escuchamos. Olvidan que tenemos derechos, como el de decidir con libertad, porque si algo funcionó en la Transición, fue precisamente, consolidar las virtudes de la democracia.

De ahí, la importancia del pluralismo, que supera el problema envenenado de las mayorías absolutas. Y es precisamente,  ese olvido de integrar a todos en las tareas comunes, el peor resultado, porque tan importantes son los que gobiernan, como los que se oponen, porque a veces se olvida que gobernar sin oposición, es como competir sin adversarios. La historia nos recuerda ejemplos tan negativos, como para no intentar reproducirlos, y no se valora lo suficiente  el peligro de las imprudencias inmovilistas, frente a las demandas dinámicas de una sociedad que quiere seguir construyendo su futuro.

Una democracia precisa de una sociedad civil que actúe con independencia y con coherencia, y que puedan coexistir  puntos de vista distintos, pero dejando bien claro, que las divergencias, no deben reducirse a base de controles oficiales. Observamos  muy poca tolerancia con el derecho a discrepar en libertad y se ponen  muchos obstáculos, por no decir, que se amenaza, “con  el peso de la ley”, cuando queremos frenar al contrario.

La sociedad actual tiene  muchas dificultades, y los ciudadanos se encuentran abrumados por ello. Las listas de espera, ya no son solo para solucionar los problemas de salud, hay listas de espera para todo, y ya no hay tiempo para tanta espera. Al ciudadano lo hemos situado en la sala de espera, y ha llegado el momento de reivindicar el camino que nos señalaba hace medio siglo Martín Luther King: “queremos todos nuestros derechos, y los queremos ¡ahora! Los queremos, ¡ya! Porque surge de la impaciencia ciudadana una demanda a ser atendidos en los derechos, ya no se puede soportar, que un grupo reducido “privilegiado” lo tenga todo, y una mayoría, observe como día a día, le despojan de lo necesario.

Nos avergonzamos leyendo las historias de corrupción y la falta de medios para combatirlas, y por otro lado, los abusos de autoridad  por algunos que dominan los circuitos de las administraciones en todos sus niveles, es arruinar una moral pública que se siente atacada por los que se apoyan y defienden como un sindicato del crimen organizado. Esta traición a los valores éticos de la gestión pública, es la semilla más disolvente de la sociedad y de lo que representa un Estado democrático.

Hay que seguir construyendo el Estado Social de  Derecho, no derribarlo, y en ese Estado, no caben los que hoy lo están disolviendo, esos rompedores de la democracia, es mejor que no se acerquen a nada nuevo. Porque ya no queremos mirar para otro lado, tenemos la vista firme en lo que nos han hecho, en lo que se han llevado, en lo que nos han perjudicado, y sobre todo, en el destrozo moral de las generaciones que lo dieron todo, porque el cambio de una dictadura a un sistema democrático, no tenía color, pero muchos han abusado demasiado y han manchado cuanto han tocado. No nos engañaran dos veces, y por eso, necesitamos un cambio con un nuevo formato más democrático.

José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis

Publicado en NuevaTribuna el 19/9/2014

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