Los nuevos límites

José Molina

La mayoría de los políticos no tratan en profundidad aquellas cuestiones morales, económicas, políticas y sociales que hoy son cuestionadas, prefieren seguir con sus relatos y difundir los mensajes de las consignas de sus programas políticos. Un error grave porque ese debate debería estar cada día más vivo en una sociedad que precisa buscar un cambio. Al no asumir esta tarea con naturalidad se enredan cada vez más en raras explicaciones, cuando lo más sencillo es que tenemos que asumir un cambio en la vida, en los gobiernos, en la política, en la economía y en las formas de contribuir y redistribuir. Porque después del confinamiento, nada será lo mismo. Y cuanto antes lo asumamos, ese realismo nos dará la supervivencia.

Porque, por ejemplo, desempleo, inflación, oferta y demanda, mercados de futuros, y tantas cosas se deciden sopesando sus costes, ¿sabremos lo que esto va a suponer a futuro? ¿Podemos entender todas las acciones humanas en una analogía con lo que pasa en los mercados? ¿Resolveremos todos los problemas sociales con aportaciones económicas? ¿Tendremos que simplificar la vida para hacerla más sencilla porque la complejidad nos arruina? ¿Vamos a viajar menos?, ¿Vamos a realizar los encuentros por videoconferencias preferentemente?, ¿El turismo lo vamos a reducir a viajes muy excepcionales? ¿El papel del Estado hacia dónde  va a cambiar? Y nuestra privacidad ¿la ofreceremos gratuitamente por tener una mayor seguridad y garantías de salud?

 Lo que nos acaba de pasar era insospechable, que el Estado nos dijera que nos teníamos que quedar en casa y nos quedásemos era impensable hace seis meses. Ahora nos hemos quedado y estamos diciendo que tenemos que usar mucha más tecnología para luchar contra el coronavirus de una manera más inteligente. Es decir, que el Estado va a saber dónde estamos en cada momento de nuestra vida para evitar estos contagios, por lo menos mientras esto dure.

¿Nos estarán sobornando por el miedo al contagio, para que entreguemos privacidad a cambio de recuperar la actividad económica y social? ¿Lo vamos a entregar gratuitamente sin exigir a cambio que cambien las relaciones entre el poder y la ciudadanía?

Si vamos a entregar al Bien Común de la Salud Pública, deberíamos poner en el otro platillo de la balanza, más democracia y más control para que haya más transparencia del COMÚN.

 El gran cambio es que la privacidad va a tener una dimensión completamente diferente. La gente va a estar dispuesta a abandonar muchas ideas clave a cambio de su seguridad. Estos cambios son muy importantes para el modelo de sociedad que tenemos, en donde los medios de comunicación están en manos muy concentradas de grupos económicos y tienen un poder de presión muy fuerte y hoy la sociedad se encuentra sin medios de expresión propios. Las redes no son todavía esa expresión y para colmo están muy contaminadas. Los centros culturales su estructura es presencial, y cambiarlos a una organización virtual se tardará su tiempo. Y la brecha digital se tiene que resolver para que al igual que la luz, el agua, la vivienda, la educación, la conexión digital deba llegar a todos los rincones y a los que no tengan medios, la deberán tener gratis para poder ejercer su derecho a saber y estar informado, además de ser la herramienta de formación para la educación y la cultura del futuro.

Nuestra economía muy basada en el turismo, la hostelería, el ocio y esa convivencia de disfrutar en compañía, cambiará y los incentivos de antaño ya no serán los del futuro. Ni podemos vivir bajo las amenazas de ser multado, porque ahora se multa con mucha severidad, pero si esto se prolonga y las multas se imponen como sistema, se exigirá que se multe por todo, y ya podemos abrir la lista de las infracciones laborales, de seguridad, de incompatibilidades, de medio ambiente, urbanísticas, y llegaremos a no saber distinguir lo que es una sanción de lo que puede ser una tarifa. Porque como decíamos al principio nos hemos olvidado en todo el proceso de los problemas morales, políticos y sociales que este cambio conlleva.

Uno de los principios más importantes es que la humanidad responde ante los retos de sus emergencias, y Machado afirmaba que lo bueno de España era su pueblo, que son los que pueden cambiar esta situación de dar el salto cuando se llega al límite. Rousseau decía  que cuanto más se exige a la ciudadanía por un país mayor devoción se siente por él. Y en esas circunstancias se construyen los buenos gobiernos, la gente participa, el vigor de la ciudadanía aumenta y el servicio público se hace común, el dinero tiene su importancia como medio, no como fin, y los ciudadanos asumen los asuntos principales con vigor para que sus vidas, que es su país, no entren en declive. Porque para renovar nuestras vidas necesitamos practicarlas con una nueva energía. ¿Es un sueño? ¿Lo veremos realidad? Cuando despertemos de este confinamiento sabremos lo que es bueno.

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