La regla de oro

Los economistas llamamos “regla de oro” a la definición que en el siglo XIX realizó el profesor Leroy-Beaulieu, sobre la financiación de los equipamientos públicos, afirmando, que el Estado tiene derecho a estar en déficit mientras financie inversiones públicas, porque es legítimo que el coste de una inversión se reparta a lo largo del periodo en que vaya a utilizarse. En pura teoría económica un déficit por inversiones no grava a las generaciones futuras, ya que éstas serán beneficiarias de los equipamientos realizados.

En Francia está en vigor en muchas municipalidades, y la teoría keynesiana nos ha enseñado que la política presupuestaria no debe ser gestionada por interés de grupos o de ideologías, sino con el objetivo de garantizar el pleno empleo, controlando la inflación y con un tipo de interés en consonancia con las tasas de crecimiento.
Con un paro del 26% y un desempleo juvenil del 52,1% el más alto de la UE junto con Grecia, es legítimo tener un déficit superior a los límites fijados, y solo cuando la tasa de paro descienda, es cuando se deben ajustar los déficits. Las falsas “reglas de oro” impuestas, no tienen ningún soporte en la teoría económica porque el equilibrio en las finanzas públicas no es como en la economía familiar. En uno, el equilibrio, es condición de sus limitaciones, en las administraciones públicas, se consigue el equilibrio con una política de ingresos, o sea, con la capacidad de recaudar por medio de su modelo impositivo.

Votar una nueva Constitución para no vivir por más tiempo de trucos financieros y de políticos sin política
Votar una nueva Constitución para no vivir por más tiempo de trucos financieros y de políticos sin política

Cuanto antes desaparezca de la Constitución la limitación impuesta, volveremos a la normalidad en la política presupuestaria, con responsabilidad y con control, sin dar carta blanca a ningún político. Prohibiendo, no el déficit, sino los proyectos de complacencia política, producto de una mentalidad faraónica, cuando la norma debe ser el coste-beneficio de cada proyecto, respeto al medio ambiente, a la convivencia y a su hábitat, porque nunca se debe impulsar un desarrollo económico que desprecie su entorno.
Las dificultades para salir de la crisis ponen nerviosos a muchos, y en ese desequilibrio se apoyan proyectos improcedentes, cuando lo que se precisa es una plataforma europea que desarrolle proyectos que creen empleo. Controlando la especulación de los mercados, garantizando la deuda pública por el BCE, para que todos los países de la Unión paguen el bono a diez años al mismo tipo (entorno el 2%), y recuperar las emisiones en circulación y cambiar garantías nuevas por menores tipos, con el fin de no tener que repudiar la deuda.


Es urgente una reforma fiscal que elimine la competencia existente para que los tipos sean los mismos en cualquier país de la UE. El espectáculo de grandes fortunas cambiando sus domicilios fiscales para eludir al fisco más gravoso, es escandaloso. Cuanto antes se debe prohibir que bancos y empresas de la UE, tengan filiales en paraísos fiscales. Además hay que potencial las actividades en la economía ecológica, revalorizar la Política Agraria Común (PAC), una política industrial que apoye en esta transición a valores ecológicos, garantizando una políticas macroeconómicas que reduzca los desequilibrios comerciales.
Estas medidas no se pueden llevar a efecto sin un nuevo Tratado capaz de coordinar y desarrollar una convergencia real de las economías regionales, sin ese nuevo marco no existirá una política monetaria y presupuestaria que apoye la salida de la crisis. Esa visión federal solidaria en la UE es cada día más imprescindible, las diferencias de empleo entre los miembros no se solucionaran con recetas de expulsión de parados a otros países, hay que solucionarlos estructuralmente con un marco de equilibrio. Los deseos soberanistas de algunas regiones-estados, verán su futuro con otra perspectiva, y el debate soberanista, quedará agotado si somos capaces de trasladarlo a un debate sobre el futuro de Europa.
Si todos queremos más Europa, sería más positivo que empecemos por construir una Europa desde sus ciudadanos, resolviendo sus problemas, sin caer en los errores del pasado. Las soluciones pasan por construir una estructura más sólida y que no esté secuestrada por una burocracia que impide ver que los pueblos europeos demandan unas instituciones donde se fusionen la solidaridad con la democracia, si no se consigue pronto, no habrá salida y todo será un caos. Así lo ha puesto de manifiesto el grupo de intelectuales por la Unión Europea: o Europa da un paso más, y decisivo, hacia la integración política, o sale de la Historia y se sume en el caos.
Solo hay una forma para no desaparecer: eliminar los soberanismos y votar una Constitución que consagre “la regla de oro” para no vivir por más tiempo de trucos financieros y de políticos sin política.
José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis
Publicado en el Círculo de Economía el día 4 de febrero de 2013 y el Diario La Opinión de Murcia.

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3 comentarios en «La regla de oro»

  1. La avaricia sin límite de los mercados es el mayor de nuestros males, junto con el apoyo de los grupos que deberían -por el bien de la inmensa mayoría- detener sus prácticas, prohibirlas con la aplicación de leyes, fruto del consenso internacional y vigilar sus cumplimientos.

    El liberalismo legal y económico de las élites choca de frente con la voluntad del pequeño y mediano empresario, donde su negocio es su modo de vida y el de sus empleados. La supervivencia es una batalla muchas veces perdida: falta de financiación, intereses creados…el trabajo de toda una vida termina troceado y vendido al mejor postor y los trabajadores en el paro, con el único fin de conseguir los mayores beneficios posibles para los bolsillos de unas poquísimas personas que se llaman a sí mismos, «inversores».

    El tesoro de cualquier sociedad es su trabajo, que permite el mantenimiento de sus miembros y su crecimiento en el momento adecuado. No se puede sobrevivir laboralmente sin la inversión adecuada, y no se consigue invertir si la idea primordial es la consecución brutal y sin límite de beneficios destruyendo lo que sea necesario, desde pequeñas empresas hasta países enteros.

    La supervivencia es un problema de poder, con mayúsculas, poder supremo que permita la buena gobernanza de los pueblos, su bienestar, el crecimiento en todos los ámbitos.
    El modo de conseguirlo lo tienen sus dirigentes, con lealtad, honradez, unidos por la causa y con voluntad de superación.
    Los impedimentos para la solución o la mejora, son la carencia de voluntades y la inexistencia de políticos capaces.

    Mientras existan leyes ineficaces, políticos corruptos y malas prácticas, no será posible la recuperación y el restablecimiento de la buena salúd económica mundial.

    Diagnosticamos la enfermedad, curémosla antes de que nos devore a todos.

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