«Los mercados han impuesto una férrea política neoliberal, no deseada socialmente pero que han sido asumidas por las políticas de gobierno»
La crisis económica no solo ha puesto de manifiesto los defectos de gestión, solvencia y ética del sector financiero, sino que nos enfrenta al desafío de un cambio de modelo productivo que sea más competitivo y ecológico, pero también que dé un giro orientado al crecimiento con políticas económicas e industriales que sean generadoras de un equilibrio social y corten la tendencia creciente a las desigualdades.
El legado de esta crisis es una sociedad con mayores diferencias de renta, con un incremento constante en la remuneración al capital, cada vez más rentista según Piketty, frente a una ampliación de la brecha en las remuneraciones del trabajo que aún se agranda más por los recortes presupuestarios, con especial incidencia en las ayudas para dependencia y desempleo además de un cambio en la concepción del Estado de bienestar en la que cultura, sanidad e investigación quedan reducidos drásticamente perturbando la propia dinámica económica y acrecentando las consecuencias de la crisis. No vemos planes orientados hacia unas políticas fiscales proactivas y no se impulsan palancas de creación de empleo.
Necesitamos otras herramientas, otros gestores, nuevas estructuras… Se ha roto el pacto social que se gestó en la Transición, el desgaste de más de treinta años de conllevar ciertas políticas sociales nos han sacado fuera del juego de los equilibrios. Se ha impuesto por los mercados una férrea política neoliberal, no deseada socialmente pero que, al ser asumidas por las políticas de gobierno, nos han convertido en una región perturbada. Un gobierno de burócratas que han llegado al poder sin poner remedio a la falta de transparencia del sistema. Son los males de una política agotada que no ha evolucionado en treinta años.