Repensar con la ciudadania

Es evidente que en la sociedad actual, muchas personas, sobre todo las nuevas generaciones, paulatinamente van alejándose del hecho religioso tal y como ha sido concebido y vivido. Se rechazan postulados, dogmas, el anacrónico boato de las celebraciones religiosas, la práctica de un culto obsoleto que poco ayuda a vivir de forma más evangélica y coherente. A su vez, otras muchas personas, creyentes y no creyentes, se implican en organizaciones no confesionales en favor de las necesidades y derechos de nuestros prójimos. También están los que practican una espiritualidad caracterizada por la sencillez de formas, vivida individualmente y/o en grupo. Todas estas opciones son signo de la nueva religiosidad que se va abriendo paso. Por el contrario la vivencia de la fe tradicional, tal como está concebida, se va debilitando. Se buscan nuevos ámbitos en los que se hable un lenguaje actualizado, entendible, que interpele y comprometa.

Buscando nuevas politicas

 Ciertamente nadie posee la “Verdad” porque toda verdad es relativa, parcial, lo que no  impide asumir una actitud de búsqueda, abrir horizontes, despojar el camino de certezas caducas. Sabemos y experimentamos que todo cambia sin cesar porque todo está relacionado entre sí, lo cual nos conduce a la necesidad de repensar el cristianismo para que de verdad cure, consuele, ilumine, libere, fortalezca y comprometa. En palabras del teólogo José Arregi: “Hoy no podemos seguir hablando de un Dios que habita en las alturas, y no podemos hablar de Jesús en los términos de la metafísica dualista que subyace a los dogmas. No podemos hablar de la revelación y de la encarnación de Dios como si este planeta fuese el centro del universo y la especie humana el culmen de la evolución de la vida. La teología tiene que hablar de Dios de manera razonable y liberadora, lo que implica deshacerse de conceptos y paradigmas del pasado que hoy resultan anacrónicos. ¿Cuál es el nuevo paradigma? el del cambio permanente y de la relación universal, más allá de la imagen mecánica y fixista del universo; el paradigma ecológico, más allá del antropocentrismo; el paradigma feminista, más allá del patriarcalismo; el paradigma pluralista, más allá del exclusivismo cristiano”

 La Historia es evolución; de ahí la necesidad de abordar las cuestiones teológicas y culturales que el cristianismo tiene planteadas en el presente. Ningún sistema humano -tampoco el cristianismo- puede mantener en el tiempo una postura inamovible, porque ello devendría en personas dependientes e infantiles, sin posibilidad de crecer en adultez. Evitarlo conlleva sanear nuestras imágenes de Dios de modo que ciencia y fe puedan armonizarse reformulándolas con expresiones más en consonancia con la realidad (explicaciones sobre la creación, la encarnación, el pecado original, etc.). El Dios descrito tradicionalmente por los teólogos, y a veces manipulado, no satisface ni a la inteligencia ni al corazón. Abrirnos a una nueva comprensión de Dios cambia la base ética con que nos movemos en la vida.

 Jesús es el centro del cristianismo, y nos desvela al Dios que él experimenta: un Dios Padre-Madre, fuente de vida y amor, fundamento del SER. Él no fundó una religión ni una Iglesia; siendo profundamente religioso, desplazó la religión sacándola del templo a la calle, entre la gente. Lo importante para él no es el dogma, ni el culto, ni los sacrificios, sino las convicciones que conforman la vida. Pone a la persona por encima de la ley. Si no hacemos el bien y nos desentendemos de los últimos ¿qué religión tenemos? Jesús criticó los pilares propios de la religión de su tiempo: el templo, la ley, el sábado, el sacerdocio y los sacrificios, y dio preeminencia a la defensa del ser humano; por ello lo mataron.

 A lo largo de los siglos la Iglesia ha puesto más el acento en la religiosidad (con sus jerarquías, sus poderes, sus rituales, sus dogmas…) que en la vivencia del nítido mensaje  que Jesús de Nazaret vivió y proclamó. Se ha ido acomodando a la cultura de occidente manteniendo privilegios y legitimando, en ocasiones, dominación y guerras. Obsesionada por conservar  la ortodoxia, a veces deshumanizadora, con demasiada frecuencia olvidada que el evangelio no es una doctrina ni un modelo de organización, sino un proyecto de vida. Hoy es una necesidad que la Iglesia configure una organización menos jerarquizada, renueve sus estructuras y actualice determinados conceptos con los que tradicionalmente ha interpretado y proclamado el mensaje evangélico.

 Algunos de ellos, tal y como han sido entendidos y explicados tradicionalmente, hoy hemos de considerarlos como símbolos a fin de poderlos comprender (las Escrituras están llenas de ellos) lo que no significa renunciar a nada sustancial. Con su vida y mensaje Jesús nos abre el camino, y marca el reto, de constituir comunidades vivas, fraternas y comprometidas con las necesidades de nuestro prójimo, más en particular con los más perjudicados de la sociedad. Hoy la Iglesia está llamada a renovar su modelo de organización y su tradicional manera de proclamar el evangelio, a la vez que propiciar y abogar por la igualdad, el ecumenismo y el diálogo interreligioso.

 Emilio J. Soriano  es miembro de las Comunidades Cristianas de Base

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