¿Cambiamos?

El número de personas que acuden a los bancos de alimentos se ha multiplicado a medida que se han reducido salarios. Las ONG tienen más actividad y la decepción social está en alza. Como consecuencia de esta situación están surgiendo iniciativas y nuevos líderes políticos, observándose cómo se han abierto vías de comunicación con ‘los amos del sistema’, a los que han dejado un mensaje claro en el que se les advierte, en cada caso, que puede que actúen amparados por las leyes pero su actitud insolidaria les descalifica socialmente. Ya no se puede ser amo de vidas y haciendas. Con la fuerza de la democracia, los ciudadanos han buscado quien se enfrente al Goliat del sistema, ese ‘stablishment’ que, según Warren Buffett, constituye “el club de los espermatozoides privilegiados”.

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Este ’selecto’ grupo vive pensando que se lo merece todo y fabrica su prestigio desde sus empresas de relaciones públicas. Potencian su imagen social como pieza imprescindible del sistema, alimentando su control desde los medios de comunicación que dominan. Han sido capaces de darle la vuelta a la situación, pasando de villanos y explotadores a salvadores de la economía que ellos mismos hundieron. El grupo de los escogidos, la crema de las finanzas, dedica sus esfuerzos a minimizar el pago de sus impuestos para lo que contratan a todos los altos cargos en excedencia. Han logrado que cada vez que hay una reforma fiscal a ellos les toque el premio y al resto de los ciudadanos, la pedrea. El actual ministro de Hacienda no está por casualidad: viene de una excedencia.

Las estadísticas nos recuerdan que el grupo de privilegiados aumenta a pesar de la crisis, y la clase media ha sido dinamitada por la explosión de la burbuja financiera que ha hecho saltar por los aires la estructura social que nos vertebra. Ahora el sistema tiene más ‘siervos’ porque estamos viviendo en una sociedad deshecha y pareciera que observamos lo que ocurre como si fuera normal, como si derecho natural fuera que un grupo de personas, que buscan eludir sus impuestos, manejen todo el cotarro porque los que gobiernan comparten esa visión, pertenecen a sus áreas de influencia o están en el poder para defender ese sistema. No se perpetúan solos, se protegen unos a otros, los asesoran profesionales de muy diferentes maneras para así mantener su status, que comparten con las elites más selectas de la función pública.

Esa elite detesta al Estado, lo quiere reducir de tamaño siguiendo el deseo del senador Norquist, que hace diez años defendía su reducción al tamaño de “una bañera” para poder ahogarlo cuando fuera preciso. Y el caso es que este deseo es contradictorio porque lo que detestan por un lado, lo necesitan por otro para alimentar sus suculentos negocios que obtienen de ese Estado que desprecian. Buenos ejemplos son el rescate de la banca, el privilegio de tarifas de las eléctricas, las subvenciones, aprovecharse de una sanidad pública para sus negocios…. hasta de la dependencia sacan rendimiento. Viven de ese socialismo para ricos, que tan bien sabe utilizar el neoliberalismo, para desprestigio de las ideas de progreso.

La situación bien merece un cambio para que se pueda acreditar que el sol sale para todos y se pueda comprobar, a la luz del día, la opacidad del poder invisible. Un cambio para empoderar a la ciudadanía y transformar su irritación contenida en propuestas e iniciativas mediante una participación ciudadana que se pregunte impertinentemente el porqué de cada problema. Un cambio para que en las soluciones se incremente el protagonismo del común, se fortalezcan ideas y se cuestionen las propuestas que nos condicionan y no pocas veces amargan la existencia.

Defendamos lo público, fortalezcamos al Estado, aumentemos su eficiencia, un espíritu emprendedor que dé paso a nuevas formas de riqueza, distribuyamos resultados y que los servicios públicos funcionen con eficiencias, impulsemos trabajo estable y que no haya ninguna familia sin renta. No es hablar de utopías. Son posibilidades ciertas si impedimos que, con leyes amañadas, se beneficie a unos pocos mientras el resto soporta un Estado inoperante, que se mantiene a costa de una baja democracia y de poca transparencia. Es tiempo de abrir la esperanza para que los ciudadanos sepan que puede haber un cambio, que transforme el sistema.

Queremos un cambio, ha dicho el Papa Francisco en Bolivia en su reciente viaje, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, “la hermana Madre Tierra, como decía San Francisco», sentenció. Digámoslo sin miedo: “queremos un cambio», clamó el Papa tras asegurar que «cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos y la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, se condena al hombre y a la naturaleza”.

José Molina Molina. Doctor en Economía y Sociólogo, Miembro de Economistas Frente a la Crisis. Publicado en el Diario La Verdad 19/7/2015

 

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1 comentario en «¿Cambiamos?»

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