Un cuerpo social nuevo

«Necesitamos un Estado controlado por la política y juzgado por los ciudadanos y necesitamos unas organizaciones que no se confundan con el Estado ni se interfieran, o sea, independientes»

Algunos políticos dicen que “pase lo que pase, no se hunde el mundo”. Y es cierto. Pero hay que interpretarlo en el sentido profundo de la repuesta como demostración de su propia anti-razón. El mundo no se hundirá, pero se destruye la verdad, se manipulan a los ciudadanos y se camina en dirección a un abismo sin ideas. Es una trampa que nos tienden sistemáticamente los falsos demócratas, aquellos que rolan con facilidad con el fin de adaptarse ante cualquier error cometido porque dimitir no entra en su ideario. Han llegado al poder para perpetuarse, aun a costa de confundir a su electorado, producen momentos oscuros de desastre, que diría Badiou, ocultando la falta de confianza y dando paso a una ausencia democrática, a una aparente sensación de miedo: el miedo de la desconfianza.
De ahí que el enemigo contrario a esos ideales no son los otros sino que son ellos mismos. Con sus deslealtades, sus enfrentamientos, sus ambiciones de poder y su falta de transparencia constituyen un conjunto de falsedades políticas que han creado una disimulada democracia, algo que funciona como una ilusión vaga para movernos en la legalidad, porque el cambio se ve como algo tan opuesto que nos produce un miedo escénico.

Un cuerpo social nuevo
Necesitamos un Estado controlado por la política y juzgado por los ciudadanos, y necesitamos unas organizaciones que no se confundan con el Estado ni se interfieran; o sea, independientes.

Por ejemplo, hoy percibimos la intolerancia, la desigualdad, la injusticia, las dificultades de emancipación, como efectos de disolución de la política, es decir, que las diferencias, aquello que separan las ideas de unos y de otros, sin entrar en valoraciones, quedan reducidas al eliminar esos efectos diferenciadores en un disolvente integracionista, absorbiendo al ciudadano sin identificarlo y sin buscar propuestas que construyan alianzas que aporten soluciones a la ardua tarea de una democracia con más intensidad participativa. Caer en el efecto del integracionismo es negativo. Porque una cosa es pactar y otra muy distinta es confundir.
Por otro lado, el mensaje sobre la crisis política, cada vez más profunda, no sólo tiene los tres efectos del mensaje oficial de Navidad sino que afecta a la estructura (Estado) a las organizaciones (en su más amplio sentido) y a la participación ciudadana. El reto de futuro es solucionar esos tres problemas, pero sin caer en la tentación de mezclarlos. Necesitamos un Estado controlado por la política y juzgado por los ciudadanos y necesitamos unas organizaciones que no se confundan con el Estado ni se interfieran, o sea, independientes. De lo contrario caeremos en la confusión de cada esfera.
Si los ciudadanos eligen inclinarse más hacia la sociedad que hacia el poder, con capacidad en las acciones colectivas para que exista equilibrio, lograremos un cambio con una independencia efectiva y, como logro final, nos situaremos ante un sistema con un “cuerpo social nuevo”. Intentarlo sería un buen paso.
José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la crisis
Publicado en el diario La verdad (Murcia/España) el 5 de enero de 2013

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