El trono vacío

 

 
La democracia debe salir del escenario catastrofista en el que la quieren situar aquellos que la tienen secuestrada. La esencia de la política es el conflicto y, para administrar democráticamente los conflictos, hoy necesitamos el impulso de una ciudadanía crítica

Las deficiencias de gestión, la falta de soluciones ante la crisis, la saturación de mensajes contradictorios, el imaginario consumista, la mezcla del ideario neoliberal con los valores de la socialdemocracia, la crisis de las instituciones, incluidas las del Estado, presentan a la democracia situada en un ‘trono vacío’, sin ver a ese ‘príncipe/principio’ que debe presidir la sociedad para sentirnos gobernados.
La democracia debe salir de ese escenario de crisis catastrofista, en donde la quieren situar aquellos que la tienen secuestrada, y acudir al uso público de la razón, como categoría de ‘verdad’, como seres libres, en términos kantianos, que habitamos en la universalidad de ‘la razón’ como articulación del deber social.
Y es precisamente esa dimensión libre de la razón, la que nos lleva a preguntarnos cómo la ciudadanía se aleja de los partidos y cómo se ha perdido con tanta facilidad la esencia democrática, después de haber pasado por cuarenta años de dictadura, una guerra y haber terminado mundialmente con un conflicto con más de sesenta millones de muertos en nombre de la democracia. ¿Será que estamos confundiendo democracia con un sistema económico que nos explota?
La economía como sistema organizado se basa en la escasez. Si la escasez desapareciera, desaparecería el sistema económico como tal. El agua es un ejemplo recurrente para explicarlo, como el aire o el medio ambiente. La esencia de lo económico es la escasez, y en cada disciplina encontramos sus propias esencias. En política, por ejemplo, la esencia es el conflicto. Si eliminásemos los conflictos en la sociedad, desaparecería la política. En ninguno de los dos casos expuestos, ni la escasez ni el conflicto son un objetivo: son formas y se desarrollan socialmente. Y es su desarrollo en cada sociedad, con más o menos abundancia, con más o menos poder, democrático o totalitario, lo que determina una mejor vida y un motivo para desarrollarse personal y socialmente, para conseguir una paz equilibrada y justa antes de dejar esta vida.

¿Estaremos confundiendo democracia con un sistema económico que nos explota?
¿Estaremos confundiendo democracia con un sistema económico que nos explota?

Buscamos la esencia de la política, asumiendo que siempre hay conflictos, porque continuamente hay un movimiento provocado por el anhelo de lucha y por la igualdad de derechos. Ese conflicto es el motor social y tendremos conflicto mientras existan ciudadanos que piensen y luchen para conseguir algo de lo que se merecen en el reparto de los bienes y derechos porque o ponen impedimentos para que lo reciban o se les niega. Y hay que advertir muy claramente que lo que se les niega es del patrimonio común compartido, porque se está arrebatando esos bienes sociales que son la enseña esencial para poder avanzar juntos en la emancipación.


Por consiguiente hay que politizar para reforzar la democracia con las nuevas realidades y posibilidades creativas e innovadoras del siglo XXI. Vivimos en sociedades formalmente democráticas, pero como dice Boaventura de Sousa, con prácticas todavía totalitarias, que se pueden valorar en la exclusión de muchos bienes y derechos que padece una mayoría de la ciudadanía. Lo estamos viviendo con dureza en el Sur de Europa, con una tasa de excluidos y parados muy alarmante y una tasa de ganancia o de privilegios escandalosamente creciente, amparado en una globalización donde la gestión política ha quedado diluida.
En conclusión: estamos ante la quiebra de principios tan esenciales como los de legitimidad democrática, el estado de bienestar, la identidad cultural y la seguridad jurídica. Algunos califican esa quiebra como una nueva ingobernabilidad que impide a los ciudadanos corregir los efectos de la misma y mantener el sistema. Ante esa amenaza hay que constatar, con objetividad, los errores cometidos por todos los gestores del sistema, en todas sus vertientes, y pasar a un campo más positivo, sin nostalgias del pasado, para administrar democráticamente los conflictos. Esa acción colectiva –política–tiene que impulsarla una ciudadanía crítica, organizada en la pluralidad de movimientos sociales, a la búsqueda de la organización política perdida y recuperar el trono que hoy está vacío.
José Molina Molina es doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis.
Publicado en el diario La Verdad (Murcia/España) el 20 de enero de 2013

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