¿Derrotados?

La vulnerabilidad de las instituciones como consecuencia de la crisis económica se ha trasladado a la sociedad y son ahora las familias y las empresas las que están pasando lo que nadie se imaginaba, aceptando la desigualdad como algo inevitable, como ocurre en otros lugares del planeta, donde sus culturas aceptan las castas sociales. Son los efectos que está produciendo la fuerza de la globalización, un capitalismo, que como dice Sachs, se ha erigido como fuerza suprema imponiendo como ideología su productividad continuada, adaptando a todos los mercados a un ritmo de consumo y producción determinados.
Es el nuevo poder, superior a las decisiones políticas y democráticas de los gobiernos. Nos gobiernan en la sombra y sus decisiones traspasan fronteras, no necesitan aduanas, porque sus redes invisibles son lo suficientemente efectivas. Incluyen o excluyen a los países de su mercado globalizado. Son como dice Rodrik, la incompatibilidad entre la hiperglobalización y la democracia ¡cómo elegir!
No es fácil, en las tensiones económicas, las hegemonías no se sabe quién las controla, y la consecuencia es que las instituciones nacionales se han devaluado, ni partidos políticos, ni patronales, ni sindicatos, ni las organizaciones sociales están preparadas para soportar los altos voltajes de la nueva circulación económica. La red financiera, cada vez más en la sombra, nos electrocuta desde sus ocultas centrales cuando le interesa, y sin piedad, arruina a los hogares y las empresas.

Globalización
La hiperglobalización nos quiere imponer condiciones para perpetuar la desigualdad social.

La globalización quiere imponer unas reglas sin conciliar las grandes diferencias en los sistemas sociales, culturales, y políticos. Y sin hacer los deberes se recomiendan efectos pendulares, como por ejemplo, emular a los chinos. El profesor y periodista británico Martin Jacques nos recuerda, que no hay motivos para creer en la convergencia entre oriente y occidente, porque cada uno tiene sus propios puntos de vista, sus propias historias y sus relaciones sociales, muy dispares, y debemos encontrar un sistema que no desee dominar el mundo desde un nuevo dogma materialista de la hiperglobalización, porque si después de ver caer el muro de Berlín, nos obligan a convertirnos a un maoísmo capitalista, sería imperdonable, porque permitiríamos el fracaso de nuestra civilización en manos de una globalización destructiva. Y a esa derrota no me sumo. Lucharé con todas mis fuerzas para poder decidir un futuro más democrático ¡nunca asumiré la derrota!
José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro del Pacto por la Transparencia. Autor del libro “Ciudadano y Gasto Público” que Editorial Aranzadi publicara en este mes de septiembre.

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1 comentario en «¿Derrotados?»

  1. Tus artículos siempre me mueven a la reflexión, y me recuerdan que no hay que desfallecer ante las dificultades, y ni siquiera ante las utopías. Si no fuera así, el mundo no progresaría.

    Las reflexiones que haces sobre los que nos “gobiernan en la sombra” y sobre “las hegemonías” que “no se sabe quién las controla”, me vienen al pelo no sólo por la situación económica que comentas, sino por casi todas las cosas que pretenden imponernos de forma teledirigida a través de estos portentosos medios de comunicación. Lo digo al hilo de la cuestión de Siria, que es sobre la que nos han estado bombardeando este verano y dirigiendo nuestra atención los medios de comunicación, para formar un cuerpo de opinión sobre el asunto, claramente dirigido a lo que va a venir, para, como tú también dices, aceptar lo que se nos presenta como inevitable: el ataque al régimen Sirio. Y yo me hago las mismas preguntas que tú haces: ¿Quién coño me puede decir de qué va lo de Siria? ¿Qué intereses económicos y geopolíticos están en juego? ¿Quién está realmente detrás de toda esa situación, que está poniendo a millares de personas en una situación desastrosa, cuando no causándoles la muerte? Pero eso no nos lo explica nadie. Parece que El Asad no es ningún alma bendita, pero los que están luchando contra él tampoco parece claro que lo sean; y más bien parece que lo que se persigue es que las cosas sigan como están, que se mantenga la situación, ni arriba ni abajo; ¿por qué? ¿qué hay en juego?; porque está claro que lo del uso de las armas químicas es la excusa para hacer lo que se quiere hacer (cuando Hussein gaseó a los kurdos, ¿quién movió un dedo?). O sea, que nos invitan, más bien nos dirigen a un estado de opinión, para aceptar lo que algunos –en la sombra- han decidido, pero sin explicarnos los auténticos motivos, privándonos por tanto de la posibilidad de que, como ciudadanos libres, podamos formar una opinión adecuada y exigir a nuestros dirigentes que actúen en consecuencia.
    Nota: Es un comentario que he recibido en mi correo particular y que prefiere no identificarse, lo publico por el interés que tiene en su comentario. Gracia por tu colaboración.

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