Aprender de la derrota

En su primer discurso tras su victoria electoral en 2002, Lula nos dejó una magnífica lección: rindió homenaje a todos los activistas anónimos que, con su labor y dedicación de años, hicieron posible su llegada a la Presidencia de Brasil. Nunca perdieron el ánimo ni la acción ciudadana. Aprendieron de cada derrota electoral y fueron cada día más competentes, más efectivos y más participativos. Resistieron a todas las tentaciones, manteniendo encendida la llama de la solidaridad social.

Lula

Después de dos mandatos, Lula ha dejado un país en el que la pobreza se ha reducido y su desarrollo tiene unas bases de consistencia para garantizar un futuro. La crisis no les ha golpeado cómo a otros. Lula tuvo un ‘sueño’ e hizo unas propuestas concretas para cambiar la historia de su país. En Davos (2003) les dijo a los poderosos del mundo económico que la libertad del mercado implica, sobre todo, la libertad y la seguridad económica de los ciudadanos. Que el mercado como ‘dios único’ no garantiza que todos los días puedan desayunar, comer y cenar todas las familias. Y que la construcción de un orden económico nuevo no es un acto de generosidad, sino un signo de la actitud de inteligencia política.

En la UE hemos dado por supuesto que la política económica está en manos de gente responsable, de instituciones como el BCE, FMI o la OCDE y que son el soporte y los asesores de los gobiernos. Hoy sabemos de sus errores, de sus informes inadecuados y de decisiones que solo servían para enmascarar su vanidad y sus intereses. Por ello, los ciudadanos han retirado la confianza: porque han percibido solo una austeridad cada vez más traumática y sin un mínimo ejemplo de que se aprieten el cinturón los que más posibilidades tienen. Hemos salvado del desastre a la clase VIP y hemos dejado una fotografía antisocial, de un capitalismo financiero congénito y desigual para las victimas, que no son las responsables. Y semejante injusticia es un detonador muy potente.

Para evitar que se repita la catástrofe final sería bueno tomar medidas, actuar en otra dirección, porque hemos caído en lo que se conoce como ‘la estrategia del shock’, que la explica muy bien Naomi Klein, y que consiste en utilizar la crisis, las catástrofes o las acciones terroristas para tomar medidas muy traumáticas. Se aprovechan esos momentos de presión psicológica para imponer una ola de reformas draconianas, que no serían posibles en tiempos normales. Para ello se utilizan todos los medios y presiones como nos tienen acostumbrados en estos tiempos los Bancos Centrales europeos.

Se olvida que el coste desorbitado del rescate del sector financiero, sin recibir la titularidad de lo rescatado, está impidiendo el desarrollo normal de la economía porque lo que sale de un balance ‘intoxicado’, entra en el balance público en forma de mayor endeudamiento. La crisis está obligando a las victimas a pagar los desastres de lo que los mismos gobernantes (Obama, Brown, Sarkozy, Zapatero, Sócrates, Merkel….) llamaron ‘banqueros de la codicia’, y ‘juego de casino’. Es por consiguiente muy difícil que al depositar el voto no se cambie de dirección, o se realice como nulo, o se deposite en blanco.

Es momento de reflexión, de analizar cómo se cambia. Porque, si no hay respuesta, es posible que entremos en una etapa de baja intensidad democrática ya que el ‘dios mercado’ es el peor amo que los ciudadanos podemos tener, sencillamente porque  bancos, organismos internacionales y agencias de calificación distan mucho de ser democráticos.

Publicado el dia 30-05-2011 en el diario La Verdad de Murcia (España)

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