Una sociedad con respuesta

Una sociedad con respuesta

Vivimos una época en la que la ciudadanía se siente muchas veces impotente para superar problemas que soporta históricamente. Uno muy recurrente son los muy diferentes muros que nos separan en las sociedades que hemos visto crecer.

En Rebelión en la Granja, Orwell, nos describe esa sensación de incapacidad de dar un salto desde este presente, al que llegamos cargados de décadas de promesas y compromisos incumplidos, pero que, de nuevo, nos venden como única salida la visión del futuro que controlan desde ese poder invisible, sin embargo, es el momento de reinventar la vida, reinventar las ciudades, romper las rutinas del consumo inducido, y caminar en una constante creación para un gobierno de lo común, en donde los oligopolios no controlen nuestro futuro.

Tenemos que reaccionar con los conocimientos que hoy día se están desarrollando y que van en multitud de direcciones. Contamos con una ciudadanía que gestiona su vida cotidiana según muy variados conceptos y sabidurías que unas veces se encuentran y otras se separan del saber científico. Esto nos debe hacer pensar que nada es único y totalmente válido, y efectivamente la ciencia moderna se considera más rigurosa cuanto más está dispuesta a dialogar con otros conocimientos: su potencial es tanto mayor cuanto más consciente sea de sus límites.

Del reconocimiento de esos límites y de la disponibilidad al diálogo emergen nuevos conocimientos, que buscan su ecosistema y sus constelaciones de nuevas ideas que se articulan y enriquecen mutuamente. A partir de una mayor justicia cognitiva, que es la justicia entre saberes, es posible que se proclame la existencia y los valores de otros modelos y formas de convivir y organizar este mundo y la vida de sus ciudadanos. Formas de convivir que no tienen por qué basarse en el único pensamiento de la lógica neoliberal, privatizadora y monopolística  dominante.

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No habrá convivencia si no construimos ciudades en donde florezcan sociedades que no la separen los muros de la injusticia, de la desigualdad, de la xenofobia, y de la negación de los derechos universales. No podemos permitir que las ineficiencias económicas, ni la corrupción que socaba la ética, y causa un daño psicológico por el incremento de la desconfianza de la ciudadanía en su democracia, nos derroten. Ellos son los responsables que no tengamos suficientes dotaciones presupuestarias para tener una sanidad, educación y servicios que cubran las necesidades para todos los ciudadanos.

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La subversión del gasto público

 

Decía Herder Camara, que si no hay justicia no hay paz, cita que hay que recordarle al ministro de Hacienda que no entiende que la transparencia en el gasto público debe ser un compromiso de todas las Administraciones Públicas, para cumplir con la regla del gasto.

Sin embargo, Montoro está interpretando a su manera los conceptos y desprecia las recomendaciones de la AIReF como organismo independiente para el control. El último informe de dicho organismo lo dice bien claro, y sin embargo el ministro lo interpreta a la vieja usanza, un trato benévolo para los amigos y una regla dura de medir para el resto, lo que ha desatado una guerra inoportuna para la vida municipal, a cuenta de los objetivos del déficit y su cumplimiento.

Los objetivos de déficit han provocado en la vida municipal un auténtico terremoto por la arbitrariedad con que la norma se aplica e interpreta, además de su retrograda concepción para el control del déficit público, como lo ha calificado Economistas Frente a la Crisis (EFC) en su comunicado.

Una cosa es defender la estabilidad presupuestaria y considerar que los déficits y deudas deben mantenerse en los márgenes sostenibles que aseguren una financiación adecuada de las Administraciones Públicas, y otra muy diferente, es imponer como afirma EFC, un corsé injustificado, absurdo, contrario a criterios de racionalidad económica y de políticas de desarrollo que resumo brevemente para que se entiendan sus consecuencias.

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Se olvida y en estos momentos es grave, que la política fiscal no debe resumirse a una visión limitada de estabilidad presupuestaria, sino que debe coordinarse con instrumentos de gestión de la demanda agregada, y que con la flexibilidad, precisa avanzar en una convergencia económica y social entre las regiones. Algo no se ha hecho bien, cuando hemos llegado tan lejos en los enfrentamientos que estamos viviendo desgraciadamente.

Nos ha fallado saber integrar, cosa que nos recomiendan todos los estudios para garantizar el futuro de los países. Porque desajustar el gasto social y los servicios públicos prolongadamente, además de dificultar la convivencia, es un grave impedimento para la necesaria política de innovación y cambio de modelo, con un retraso en el desarrollo tecnológico, la investigación y la formación de capital humano. Otros países están saliendo de la crisis con menos coste social y menos ortodoxia neoliberal.

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Disentir, una sana práctica

 

Desear ser parte del futuro social, es iniciar una marcha para no caer en la tentación fácil del desprecio a los otros, a los inmovilistas, a los que consideran que “cualquier tiempo pasado siempre fue mejor”, porque ya no es suficiente la indignación, ni la protesta. Lo esencial es abandonar los viejos clichés y someter a revisión aquellos axiomas inspirados por la desigualdad y construidos por la supremacía del poder tradicional. Hay que eliminar los viejos consejos, las recomendaciones inútiles que han puesto en evidencia la falta de alternativas y la ausencia de imaginación. Sin ellas, un sistema no puede ser garante de su continuidad, porque carece de innovación, de futuro y de nuevas sensibilidades. Hoy solo buscamos lo más fácil, lo que ha sido probado y comprobado. Perdemos mucho tiempo en la búsqueda de consensos continuados con quienes son inaccesibles a los acuerdos, lo cual resulta fatídico para la democracia viva, porque si eliminamos la confrontación sana, hemos llegado al punto final de la política.

La función de la política nos recuerda Innerarity, es el disenso, que no excluye un consenso, pero teniendo muy claro, que el disenso es la regla y el consenso la excepción. Porque el consenso, es como el que camina hacia un horizonte, y como tal nunca se conquista, así nos lo recuerda Lyotard, para que sea un arco tenso que dinamice la estructura de la sociedad y la impulse a una comunicación en la vida política para luchar por la unidad, porque la consecuencia, no es otra, que la pluralidad en la vida política es como el caleidoscopio de la interpretación psicológica de la visión del mundo y su futuro.

Miedo y Libertad

Bauman nos dice, que en las sociedades liquidas, el único consenso que tiene alguna posibilidad de éxito es el reconocimiento de la heterogeneidad de los desacuerdos. Pretender otra cosa no es sostenible en nuestras sociedades de complejidad jerárquica. La democracia es una respuesta a la constatación de que en la sociedad existen diferencias legitimas que no son en última instancia resolubles. Luhmann nos anima a sustituir la unidad que muchos pretenden, el pensamiento único excluyente y uniformizador, por la oportunidad de entenderse, porque en política, es muy perjudicial pretender, buscar o imponer la unidad, la discrepancia es la esperanza para evolucionar hacia un futuro innovador.

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Velar por la ciudadanía

No tendremos nunca libertad y justicia, si no tenemos instituciones independientes, fuertes y con medios, por ese motivo desde los movimientos ciudadanos tenemos que ser muy exigentes, para que nuestras instituciones sean cada día más independientes,

 

Vivimos inmersos en la estructura de un viejo modelo político, y con el paso del tiempo, hemos sumado una deficiente visión para adaptarnos a la vida compleja de la democracia y los efectos que la globalización ha causado, y sus actores políticos no han sabido superarlo y han convertido el “sistema” en algo que no funciona.

Sin embargo, el mundo complejo de hoy tiene un impulso imparable, y lasdemocracias no están respondiendo con acierto. Ya Tocqueville nos alertó, que en las democracias hay que ir desprendiéndose de los viejos modelos, y en nuestra sociedad, hemos construido un entramado sobre las ruinas de un sistema político no democrático. El gran esfuerzo realizado hace ahora cuarenta años, se ha agotado, tanto internamente, como territorialmente, y coincide con un momento en donde la política nacional y regional es decepcionante.

Debemos de huir de la sensación de que no es compatible la complejidad de la nueva sociedad global y la democracia actual, porque es el miedo y la presión, la que nos impide que encontremos las formas de la nueva gobernanza. Se precisa abrir el espacio político a más actores, instituciones independientes, una nueva economía del bien común, un multiculturalismo y tantas aportaciones de colectivos sociales que enriquecerán un modelo democrático con un poder compartido, es lo que se empieza a llamar tímidamente gobierno abierto, parlamento abierto, instituciones participativas. Son formulas donde los poderes se compensan y las variables sociales funcionan con más equilibrio. Es la suma que se debe aportar de lo nuevo, para fortalecer la democracia como Tocqueville lo recomendó en su día.

Porque la democracia y la complejidad no son contrapuestas, pero el resultado será positivo si se encuentran otras formas más eficientes de gobernar, con procesos dinámicos, sin ataduras, y con capacidad para asumir todas las propuestas de transformación. La democracia o es integradora, o se autodestruye, Acemoglu y Robinson nos lo han dejado bien documentado en su estudio.

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La gobernanza abierta, es poder compartido para todas las instituciones, territoriales, locales y hasta supranacionales, como respuesta a la globalización, porque ese es el papel equilibrador. Sin miedos, siendo capaces de explicarlo y compartirlo con la ciudadanía, para evitar los movimientos convulsos de los populismos ultras, de sus mensajes sencillos que calan en las heridas que no han cicatrizado en una ciudadanía explotada por el sistema, por eso ha triunfado “que América sea lo primero”, el Brexit y otros que siguen sus pasos.

En el fondo subyace la pregunta: ¿qué democracia queremos? ¿qué partidos políticos precisamos? y como les exigimos que respondan a sus compromisos de ética, transparencia y rendición de cuentas. Es la confianza que la convertimos en fuerza movilizadora, y quienes superen esos retos desde el debate público y sean capaces de asumir nuevos procesos con decisiones transparentes, serán las referencias de los nuevos proyectos.

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El poder de los que mandan

 

Vivimos en un mundo de contrastes, de diferencias, de inseguridades y de desigualdades sociales, con una democracia, que ha permitido que tanto sus élites políticas como las económicas sean las poseedoras de exorbitantes medios de poder, institucionales unos y fácticos o reales los otros, pero ambos hacia el mismo objetivo: favorecerse en detrimento del resto. Actúan en asociación mutua para manipular a la opinión pública, conformando voluntades, haciendo uso del poder que los ciudadanos hemos depositado en la democracia representativa.

No perciben, sin embargo, que ellos mismos podrían llegar a ser destruidos siguiendo por ese camino perverso de alimentar con mentiras el sistema; y piensan que su alianza es más fuerte que la voluntad aislada e individual de los ciudadanos, y actúan condicionando para que esta sociedad, tanto desde la vida local, como regional, o desde espacios más globales, se articule a medida de los intereses de sus líderes políticos. Olvidando que lo principal son las personas, esa ciudadanía que, en su mayoría, vive como observante perdedora, y que, por otro lado, será la única fuerza capaz de sacarnos de la ruina social.

A un político (empresario), como es el caso de Trump, por ser el primero en el selecto club mixto de perturbadores sociales en muchos terrenos, la alianza de poder ha conseguido que el sistema democrático lo encumbre, y en otros espacios consiguen que los exculpen, los indulten o adecuen las normas penales, por el abuso que se hace de las mayorías obtenidas. La reciente inconstitucionalidad de la amnistía fiscal impulsada por Montoro es una prueba más de estos abusos, así como la negativa a publicar la lista de los beneficiarios que por transparencia se la ha exigido al ministro desde muy diferentes actores. No se entiende que el Gobierno firmara en 2016 un Acuerdo contra la corrupción (Londres) con 26 medidas, y a día de hoy, solo tres se han puesto en activo, el resto no existe interés por impulsarlas, y ni siquiera se ha hecho público dicho acuerdo, que se conoce por fuentes internacionales. Y una parte muy importante es la transparencia en la contratación pública. Un problema generalizado en el que suspenden casi la mitad de las Comunidades Autónomas y la mayoría de los importantes Ayuntamientos, nuestro Estado de Bienestar, se mantendrá si somos capaces de expulsar de la vida pública a corruptos y corruptores, porque el volumen de los desvíos de fondos es superior a los déficit en sanidad, educación y servicios sociales.

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Estas extrañas alianzas de poder, porque son muy diferentes en cada ámbito, y aunque surgen de un mismo método, llegan a extorsionar a las más altas instituciones para que sus decisiones, por muy absurdas que sean, cambien la vida y el rumbo del mundo, nieguen la evidencia, como es el caso del cambio climático, y miren con desprecio a la sociedad como si fuéramos incultos y nostálgicos. Insultan a los ciudadanos que los sostienen, enriqueciendo siempre, a los de la alianza de poder, son ¡Intocables! ¡Impunes!

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¡SEÑORÍAS!

    ¡Señorías, sin transparencia no pueden estar aquí sentados! Es el premio nacional de expresión y dibujo que en 2016 ganó un alumno de la ESO en el concurso nacional en el Día Internacional del Derecho a Saber. Este alumno no había leído nuestra Ley de Transparencia, ni el artículo 54 pero su sentido …

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