Humanismo y los mercados

 El todo y ahora,  que Luther King, manifestaba en su famoso discurso ¡queremos todos nuestros derechos y los queremos ahora¡ con el paso del tiempo, y como consecuencia del auge del consumo, ha quedado devaluado, ya no se reivindican todos los derechos. Porque el mundo en sus cambios, ha transformado la conciencia, y en ese todo, ya no prima tanto la libertad, y además no tiene el mismo sentido que décadas atrás, porque nos hemos acostumbrado a convivir, con los marginados que mueren libremente por nuestras ciudades, y que libremente no tienen para consumir, y con los que libremente viven humillados y sin esperanza de que contemplemos su rostro de angustia. Hemos devaluado todos los derechos que a muchos ciudadanos no les atrae comprometerse con lo devaluado.

Hemos convertido al ciudadano en un perfecto “homo oeconomicus”, su individualismo está respondiendo a intereses, y ahora se le convence por la presión mediática, que sus intereses son los de los mercados. Los mercados salvaran a los ciudadanos, facilitándoles en la próxima burbuja ser otra vez un consumidor sistémico e individualista. El límite será su capacidad económica. Para ello solo hay que dejarse guiar, como buenos súbditos, en todo lo que dicten los que dominan la economía y las finanzas. Esta adhesión o conformismo, ya es una práctica habitual, no sólo de los ciudadanos sino de los políticos que nos dirigen en la UE.

Cuando hemos llegado a estas posiciones donde “libremente” nos hemos despojado de todos nuestros derechos, en especial, los de contenido igualitario, es cuando aparece esa sensación de un compromiso insuficiente, cuasi formal con la sociedad. Nos da lo mismo quien nos gobierne. Da lo mismo que la corrupción sea fruto de los más desaprensivos que nos gobiernan, es el modelo italiano que ha convertido el interés general, en una visión ridícula del político de turno que gobierna. Es el desinterés de cada propuesta, porque las propuestas se ilustran con una escenografía que rayan en lo obsceno. En esa situación hay quien opina que la culpa de tener dirigentes políticos y malos administradores de lo público, son los ciudadanos que los votan. Max Weber, nos alertaba que todo hombre serio que vive para algo, vive también de ese algo. La diferencia entre el vivir para y el vivir de, se sitúa, pues, en un nivel mucho más grosero, en el nivel económico. ¿Estaremos perpetuando la mayor de las groserías?

El fundamentalismo del mercado, sostenido por una base de evangelismo fundamentalista, ha puesto en acción una agresividad dogmática, simplista con una pretensión de convertirse en teoría universal. En sus genes lleva una ética destructiva de la diversidad, la interculturalidad y la solidaridad social, que nos aproximan a conceptos que creíamos superados como los totalitarismos. Esa fe en los mercados y la idea imperante de criminalizar las disidencias, están negando la dignidad de ser humano, nos están alejando del humanismo como principio del ser de nuestra sociedad.

Compártelo en tus redes: These icons link to social bookmarking sites where readers can share and discover new web pages.
  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn
  • Reddit
  • Print
  • email
  • Google Bookmarks

Deja un comentario