Política económica del cangrejo

Publicado el 25-09-2011 en el diario La Verdad (Murcia -España)

SUMARIO:

«Queremos una UE convertida en estado federal, con un único ejecutivo y unos poderes claros y claves, para lo que no se necesitan más figurantes sino primeros actores no burocratizados y con una relación directa con los electores»

E

l compromiso intelectual es una especie de energía impulsora para que la sociedad civil avance en su transformación y, también, la mejor fórmula para configurar una visión del futuro de cada periodo de la historia social y sus procesos de cambio. Cuando no hay compromiso nos ocurre, como señala Umberto Eco, que avanzamos a paso del cangrejo, o sea, hacia atrás.

cangrejo

Así está ahora la economía mundial, según afirman la señora Lagarde, directora del FMI, y las opiniones del presidente del Banco Mundial que han sido confirmadas por el ministro de Finanzas del Gobierno alemán en una reciente reunión, a la que asistieron como invitados más de 20 premios Nobel de Economía, donde se afirmó con rotundidad que hasta dentro de siete años no saldríamos de esta crisis económica. La cifra nos aproxima a la profecía bíblica (‘siete años de vacas flacas’) pero que no nos engañen con propuestas sin contenido, porque ¿podremos aguantar el paso del cangrejo con siete años de alto paro, recortes económicos y eliminación de derechos sociales?

La dirección no es sólo equivocada, sino un camino de regreso a la desesperación social. Tan mal lo ven desde las alturas, que hasta los más ricos de ciertos países quieren pagar más. En nuestro país hay división de opiniones. Ante la aceptación del impuesto voluntario, que ya se experimentó en algún país, es momento de releer a Wells en su expresivo y gráfico relato de ‘La miseria de los zapatos’: una reflexión sobre la sociedad inglesa de principios del siglo XX, donde Wells pensaba que las nuevas ideas sociales acabarían con los despilfarros y desgastes inútiles. Fue una visión nueva de un escritor que cultivó también la ciencia-ficción y que, con ironía, describía los fracasos de una sociedad que luchaba por su emancipación. Un siglo después, con mayor desarrollo económico y superadas por la realidad muchas de las ideas de ciencia-ficción, nos encontramos hundidos en el desastre por los mismos principios que Wells criticaba. Estamos en el camino de regreso.

Si se cumplen los malos augurios, y tenemos siete años sin un crecimiento que supere el 2% del PIB, puede ser caótico. Sobre todo porque hay que vivir con lo puesto. La reforma constitucional nos impide vivir con déficits y, además, exige pagar primero al acreedor de deuda soberana. Es la fórmula elegida por la señora Merkel quien, sin saber lo que le queda de mandato (a ella y a su compañero Sarkozy) nos ha impuesto un cambio constitucional para asegurarse el cobro de sus créditos. Con ojos aterrados hemos visto esa macabra escena en la que hemos perdido soberanía sin nada a cambio. Se toman las decisiones como en el capitalismo chino: sin soporte democrático. La reciente sentencia del Tribunal Constitucional alemán ha recordado que, aunque son legítimas, las decisiones tomadas para los rescates deben tener un apoyo de amplia base democrática.

Un paso adelante, hubiera sido hacer una UE con una política fiscal común, un Banco Central único y un fondo de garantía que impida la especulación de los mercados. No se puede concebir una UE que ve con ojos aterrados cómo el camino emprendido nos conduce a un precipicio sin ninguna garantía a cambio.

El Consejo para el Futuro de Europa pide más integración y tal petición está suscrita por Delors, Schröder, González, Vanhanen, Montini, Roubini, Amartya Sen y Stiglitz. Todos ellos ven a la UE como una federación, más allá del mandato económico y fiscal.

En mi opinión se precisa cuanto antes una reforma de calado. Que los tramoyistas dejen de preparar escenarios diferentes. Porque si vamos a pagar el coste de esta puesta en escena, no queremos más figurantes sino primeros actores no burocratizados y con una relación directa con los electores. Queremos una UE convertida en estado federal, con un único ejecutivo y unos poderes claros y claves. Queremos una nueva definición de los fondos estructurales, porque la visión del pasado con que fueron instituidos no responde a las nuevas necesidades que nos ha impuesto la crisis. Queremos una prima a la transparencia, porque no es bueno que reciba el mismo apoyo el gobierno corrupto que el que cumple con las reglas de la democracia.

Queremos una solución al euro como moneda única, que se está haciendo difícil de mantener. Precisamos una solución a las políticas monetarias. ¿Hay que pensar que existan ocultas intenciones para no tomar estas medidas? ¿Estará preparando Alemania una salida del euro, para jugar al igual que la libra, como una moneda más potente e independiente? Con siete años de crisis por delante, y con un horizonte de política económica sin solucionar, puede ocurrir de todo.

No olvidemos que por intentar sostener demasiado tiempo el patrón oro, vimos cómo en Europa triunfaron los fascismos, sufrimos una horrible guerra mundial y no se encontró una solución al problema, hasta que llegaron los acuerdos de Bretton Woods. Ahora no tenemos a Keynes. Y ni el apoyo a regresar a su pensamiento ––que el profesor Skidelsky nos ha expuesto en su trabajo–– ni la presencia de los 20 premios Nobel de Economía reunidos en Alemania ven la solución cerca y posible. Antes de que se propague la idea de que ‘quien salga el último apague la luz’, sería bueno hacer lo que recomendaba la canción de nuestra transición política (“¡habla, pueblo, habla¡”). Porque cuando sabios y políticos no saben, no pueden, o no les dejan tomar medidas para que el PIB de esta parte del mundo pueda crecer y distribuir riqueza, la solución no es más sudor y sufrimiento sino más democracia.

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