La era del federalismo

Agradecer a la UMU la organización de este acto, (a su vicerrector José Antonio Gómez su impulso y capacidad) para enmarcarlo dentro del Centenario, al profesor Tovar por su colaboración, a mi buen amigo el profesor Cobacho por aceptar de inmediato participar en esta mesa y a Enrique Barón, por adaptar su agenda y aceptar este debate sobre un tema tan atractivo como el que aborda en su libro: La era del federalismo. Gracias a los que habéis venido a este debate, y esperamos no defraudaros. Me han dejado intervenir el primero, y  expondré mis propuestas, desde mi visión económica del reto  federal.

Tuve la confianza del autor, de leer el original antes de ser publicado, me pidió mi opinión y que le aportara si observaba que faltaba algo en el texto. Le respondí, que le faltaba una cosa, que se publicara cuanto antes porque serviría como una plataforma de debate, también le animaba a divulgarlo en los ambientes universitarios y en los Institutos, entre los jóvenes en general, porque es un texto que surge desde las raíces de los federalismos y se proyecta como un instrumento de organización del futuro. El federalismo es eso, un debate abierto.

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Esa misión del federalismo en la vida política, hay que iniciarla con responsabilidad sin perder un minuto, porque si colaboramos todos, allanaremos el camino y se lo dejaremos más fácil a las generaciones futuras. Este debate pretende ese objetivo, ser un mensaje de impulsar AVANZANDO.  Avanzar, aunque sea con un federalismo imperfecto y que está gripado con los problemas fiscales y financieros. Quiero  resaltar lo que el autor dice de la tardanza en superar la crisis: “La Unión Europea está respondiendo con tardanza a tomar medidas eficaces para salir de la crisis, porque mientras su moneda se gestiona de modo federal, la economía y la política permanecen en el campo intergubernamental, y precisamente la crisis, lo que ha producido es un retroceso, rompiendo la confianza y la solidaridad, que fueron los pilares que permitieron la implantación de la moneda única”.

Ahora lo que conocemos por la Troika, ha olvidado esos dos grandes pilares y es significativo que en los más de cuatro mil páginas del análisis y recomendaciones para salir de la crisis, realizadas por la mencionada Troika para el caso de Grecia por tomar un ejemplo, no hay ni una sola vez la palabra “pobreza” ni “paro”, cuando se repiten incesantemente “reformas estructurales”, “privatizaciones” “consolidación fiscal con condicionalidad”. Y no es sólo para Grecia, sino que es una forma de expresarse en los diferentes documentos, como es el caso de los memorandos firmados por todos los gobiernos que han pedido ayudas, como es el caso del gobierno español. Esta forma de actuar, ha sido calificada tanto por el profesor Habermas, como por el político Helmut Schmillt, “cómo una forma de austeridad carente del equilibrio social que se precisa para integrar las sociedades”.

Tendremos que preguntarnos: ¿Qué ha pasado con nuestra economía en ese proyecto común de una Europa federada? ¿Qué ha pasado con la crisis? ¿Cómo no se tomaron medidas?

La Reina de Inglaterra, a su manera, se hizo esas preguntas y en carta del 22/7/2009 dirigida a los profesores de la London School of Economics, les decía: “¿me pueden explicar porque no lo vieron venir?” La respuesta de treinta y cinco profesores de la London fue: “Confundimos la burbuja con un Mundo Feliz Nuevo”. Cometimos dos típicos errores de diagnóstico: “extrapolamos tanto, que caímos en la trampa de la propia retórica”, y por otro lado, los números cantaban un desmadre, pero los que dominaban el sistema, convencieron a todo el mundo que habían creado “un riesgo sin riesgo”, porque la innovación financiera había extirpado el riesgo del sistema. La Reina, con su flema característica, les dio las gracias, por tan brillante análisis y tan sincera declaración. Los analistas económicos se confundieron,  pero a los ciudadanos nos han arruinado la vida.

Nos explica Barón, que existen demasiados cocineros, y que el refranero los desaconseja para hacer buenos menús, “dañan los pucheros” dice, y ese exceso de chefs nos ha llevado a la gran cocina del BCE, que se ha impuesto como el gestor monetario de esa cúspide que representan los bancos centrales, y de ahí sucesivamente hemos ido descendiendo en controles hasta volver a utilizar los antiguos “inspectores de ronda” del emperador Carlomagno, hoy denominados los “hombres de negro”. Y con controles y sin menú adecuado, estamos viviendo la crisis sin un programa de salida, como una asignatura pendiente.

Hay que profundizar en el federalismo, sobre todo en su aspecto económico, como  un magnifico antídoto, que nos refuerce en lo esencial: el federalismo democrático, un sistema socialmente controlado por las instituciones ciudadanas, para evitar que los “subidones de éxito”, o las crisis,  ya sean en el campo de la política, la economía o de las finanzas, se apoderen del sistema. Un federalismo con mecanismos conscientes de su responsabilidad y de la necesidad de su transparencia.

Desde hace tiempo nos avisaron del peligro de creer en la unión monetaria y económica  sin ser precedida por una unión política. Fue en el año 1971 cuando el profesor Kaldor, nos advirtió que era peligroso hacer la unión monetaria y económica antes que la política. Decía el profesor, y el tiempo le ha dado la razón, que el control de los presupuestos nacionales generarían presiones que pondría en peligro el conjunto del sistema, y en vez de apoyar la unión, la dificultarían. Que es más o menos lo que está ocurriendo. Lamentablemente, esa visión de Kaldor, no fue tenida en cuenta, y se impuso el oficialismo de un optimismo en la creación de la unidad económica y monetaria. Maastricht fue un imperfecto tratado de cómo no se tiene que hacer una federación, y así lo podemos confirmar leyendo  un magnifico ensayo de Pisani-Ferry.

Se construyeron sistemas de deuda separadas, y sistemas bancarios separados, prestar era un riesgo igualmente valorable, daba igual que fuera en un territorio portugués, griego, irlandés o español. Es por ello, que los excedentes comerciales se convirtieron pronto en flujos netos de capital que fueron justamente a las naciones deficitarias causando burbujas insostenibles, tanto en el sector privado como en el público. Nadie pone hoy en duda, que el crecimiento de la UE fue producto de los excedentes privados, que guiados por una banca descontrolada impulsó las aventuras más alocadas que cualquier inversor pueda soñar. Soñaron, se enriquecieron con comisiones, invirtieron  lo que no era suyo, y llevaron a la eurozona al desastre. Ahora se pretende que los que tenían avidez por recibir sean los que paguen los excesos de los imprudentes jugadores del casino financiero de aquellos años.

Queremos gestionar sin sufrimiento los equilibrios presupuestarios. Para eso se precisa esa unión política, ese federalismo que no llega, y que por esa causa seguimos mirando si los déficit por cuenta corriente con Alemania son positivos o negativos, o los de cada uno de los 28 entre sí. Hemos complicado el juego, cuando un federalismo coherente no produciría estos efectos, nadie, por ejemplo, se preocupa si California tiene déficit o superávit con el Estado de Virginia, por poner un ejemplo.

Estamos viviendo una fragmentación en la UE, con un centro que se separa de la periferia, con unos costes humanos y una amenaza a una desestabilización global. Vivimos un planteamiento falso, no se acepta la naturaleza de la crisis y no  hemos tenido la curiosidad ingenua de la Reina de Inglaterra de preguntarnos colectivamente: “oiga, digan a los ciudadanos lo que ha pasado de verdad en esta crisis” Porque lo que observamos, es que  hay una Gran Crisis, con cuatro subcrisis:

  • Una crisis bancaria
  • Una crisis de la Deuda Pública
  • Una crisis de falta de inversión
  • Y una crisis social

Estas cuatro crisis no puedes ser tratadas aisladamente, y alguna de ellas ni se abordan por el momento, cuando hay que tener una respuesta en su conjunto.

Crisis Bancaria: Es evidente que se ha demostrado la incapacidad a la hora de hacer frente a una catástrofe, por un problema de estructura y de gobierno. No hay un Banco central de apoyo a los gobiernos nacionales, cuando enfrente existe una red mundial de mega-bancos que no puede supervisar la UE. Ante esa situación, es cierto que la medida ha sido audaz: crear una unión bancaria completa. Pero esa audacia en la idea, se alarga en el tiempo y no permite las acciones imprescindibles que hoy se precisan.

Cris de la Deuda: Tener deudas separadas es inviable, la crisis lo ha puesto de manifiesto. Y de ahí ha surgido “los fondos de rescate” respetando la competencia del BCE y la del Tratado de Lisboa, y se creó el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MED) de forma permanente. Una respuesta necesaria a las necesidades inmediatas, pero erróneo, porque conserva el principio de deudas públicas independientes. Casos como el de Chipre fue sintomático. En 2012 y para calmar los mercados, se crea el OMT (Programa de Transacciones Monetarias) para cortar la amenaza de los mercados de bonos, Que es una medida de freno.

Crisis de inversión: La falta de inversión en Europa amenaza sus condiciones de vida y su competitividad internacional. Alemania es la única que contaba con excedentes y se ha fortalecido. El resto tiene poca inversión y muy desigual entre las regiones excedentarias y las deficitarias.

Crisis social: Los años de sucesiva austeridad han hecho mella en los pueblos de Europa. No es un problema de los griegos, desde Atenas a Dublín, y desde Lisboa a los Países del Este de Europa, son millones los europeos que han perdido el acceso a los bienes básicos y a su dignidad. Un trabajo precario, y con hambre. Las pensiones se han recortado y los impuestos básicos se han aumentado. Es la primera vez, en dos generaciones, que los ciudadanos de la Unión tienen duda sobre el proyecto europeo, sólo en Alemania parece repuntar la confianza, mientras el fantasma del nazismo cobra fuerza.

Con esta situación, hay que buscar soluciones ¡ya!  realistas, y trabajar con el convencimiento que al BCE no se le va a permitir monetizar la deuda soberana, ni tampoco un apalancamiento del BCE del FEEF/MEDE. Por otro lado, el OMT del BCE, ha sido tolerado, pero no impulsa estabilidad. Los países con superávit no consentirán garantizar “solidaria y colectivamente” Eurobonos para mutualizar la deuda y los deficitarios no quieren perder soberanía.

Europa no puede esperar a federarse. Si la solución de la crisis se hace depender de la federación de la eurozona, se desintegrará antes. Los cambios en el Tratado para crear una hacienda europea con capacidad de gravar, gastar y endeudarse, no se puede poner como punto previo para la solución de la crisis, se muere el enfermo. Sin embargo si se pueden hacer políticas que sin violar el Tratado en vigor, nos refuercen para llegar con vida a ese federalismo deseado, abordando los problemas con las posibilidades existentes y parece ser según han puesto de relieve en el manifiesto firmado por más de trescientos economistas de todo el mundo (Una modesta proposición para resolver la crisis de la eurozona. Primer firmante: James K. Galbraith, al que nos hemos adherido EFC, los sindicaos alemanes y otros instituciones y del que resalto  las siguientes propuestas:

Primera: que los bancos con problemas, pasen directamente al MEDE, en lugar de tener que endeudarse el gobierno estatal en nombre del banco. El MEDE y no el gobierno de cada estado procedería a su reestructuración, recapitalización y rescate, porque hay que evitar, que ese abrazo mortal que se han dado bancos nacionales insolventes con sus insolventes estados, continue ahogando a los ciudadanos, y sería un paso efectivo para la Unión Bancaria prevista.

Segundo: “Un programa de conversión de deuda limitado”. El Tratado de Maastricht permite a cada estado miembro europeo la emisión de Deuda Soberana hasta el 60% del PIB, limite que la mayoría ha excedido. Sería posible una conversión de su deuda por el valor de la Deuda Permitida Maastricht (DPM) y los intereses serían atendidos por cada estado. Se podría hacer dentro de las posibilidades de la cooperación reforzada que precisa nueve estados miembro. Continuar con el programa OMT como apoyo a los momentos de especulación con los bonos.

Tercero: “Un programa de recuperación impulsada por inversiones para la convergencia”. Ya existe el Programa Europeo de recuperación Económica 2020, que en la práctica ha quedado liquidado por la austeridad. Se precisa un nuevo programa de inversiones para fortalecer la integración europea, restaurar la confianza del sector privado y cumplir con el compromiso del Tratado de Roma, de aumentar los niveles de vida. La financiación estaría ligada al BEI (Banco Europeo de Inversiones) más el FEI (Fondo Europeo de Inversiones). El BEI tiene el mandato de invertir en salud, educación, renovación urbana, medioambiente urbano, tecnología verde, energías renovables, y el FEI puede cofinanciar los proyectos de inversión del BEI como los Fondos de Capital Riesgo. Es seguir las recomendaciones del Consejo Económico Social Europeo sobre: “Reiniciar el crecimiento”. Es lo que se discute estos días en la eurocámara.

Cuarto: Un programa de solidaridad Social de Emergencias, que garantice el acceso a la alimentación y necesidad de energías básicas, un programa parecido existe en EEUU, y que puede financiarse con el interés acumulado en el sistema de Bancos centrales.

Abordar la peor crisis humana, exige una respuesta de sus instituciones. La crisis económica se está convirtiendo en una crisis de legitimidad, por eso estas medidas, serían un proceso de europeización descentralizada, sin la espera angustiosa de una federación estatutaria, porque para llegar a la ansiada federación tenemos que tener países que federar, y esa meta no se puede alcanzar si no hay más empleo y recuperamos el bienestar, porque tenemos que pisar tierra y ser muy efectivos, y teniendo presente que si utilizamos el euro para iniciar nuestra unión federal, como nos explica el autor, tendremos que seguir por la vía de los programas económicos financieros para culminar con éxito el federalismo deseado, un proyecto cohesionado y con una cooperación reforzada en lugar de la austeridad impuesta que nos está desintegrando.

Y no he hecho ninguna referencia a nuestro proyecto de federalismo, porque España necesita un pacto fiscal federal, pero las características de ese pacto federal tiene que estar en el horizonte de una mayor integración con Europa, y si no reforzamos la mayor, no tendremos un árbitro en ese proceso, porque queremos un federalismo, que no lo dirija un gobierno central, sino un árbitro independiente, para que gobiernos autonómicos e instituciones centrales del Estado encuentren ese equilibrio en un encaje político, con un senado de los territorios donde se logren los equilibrios presupuestarios.

José Molina Molina. Doctor en Economía y Sociólogo. Miembro de Economistas Frente a la Crisis

 

 

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