¡AVERGONZADO¡

Avergonzado, por la situación que estamos viviendo, por causa de la especulación sobre la deuda de los países del Gran Sur europeo, donde se han impuesto unas políticas que vivimos sobrecogidos por las rígidas disciplinas exigidas sobre las legislaciones laborales, ajustes estructurales, ventas de empresas publicas rentables y otras medidas, y se están olvidando la parte que deberían pagar  los auténticos causantes de la crisis. Y además se permite un beneficio a favor de “las nuevas burocracias privadas”, que funcionan como si de un nuevo imperio se tratara, las cuales se han constituido como un tipo de pluralismo jurídico global de carácter ‘mercatorium’  y privado, al margen de los derechos estatales y sin ningún tipo de control jurídico democrático. Es el  neoliberalismo de cuarta generación.

Avergonzado, de que los procesos tecnológicos que nos asombran a todos cada día no sean del disfrute de los ciudadanos, para hacer  su forma de vida más humana y socialmente más integradora. Porque la paradoja es que ese cambio tecnológico no está mejorando las condiciones laborales, ni el aumento de la productividad:  se emplea para redistribuir sus beneficios mientras que, en la vida diaria, los que precisan de sanidad y ayudas están viviendo situaciones de retroceso, con listas de espera, desplazamientos de ayudas y situaciones de pérdida de derechos.

Avergonzado, de la escasez de ingresos públicos, que está siendo una trampa, por permitir las bolsas de fraude que impiden financiar los derechos de los ciudadanos. Son los efectos de un neoliberalismo, que ha convertido a los ciudadanos en clientes y, ahora, el mercado global los ha transformado en clientelismo: lo peor de la vida política. Se está institucionalizando la exclusión social, cultural y étnica, impedimentos a la libre circulación de trabajadores y sus inscripciones en los censos, pero se abren las puertas al capital financiero internacional con todas las ventajas inimaginables.

Avergonzado, de la gestión desarrollada por algunas Cajas de Ahorro que han terminado en intervenciones públicas, con el fin de garantizar el ahorro de sus clientes, y no causar un perjuicio a los  que confiaron en el sistema financiero. Sin embargo debe analizarse con todo rigor las causas de su quiebra, así como las decisiones de política inversora de la entidad, o de los compromisos políticos atendidos para cubrir proyectos sin un análisis de coste-beneficio. A dichos responsables se les debe aplicar con todo rigor la normativa vigente, porque es muy grande el perjuicio como para que se dé carpetazo a tan estrepitoso desastre.

Avergonzado, del cinismo del FMI, el cual conocía muy bien desde hace tiempo los riesgos y los efectos perversos de sus directrices económicas y, a pesar de ello, las sigue llevando a la práctica. Así como del G-20, que permite que la especulación financiera virtual, desde los paraísos fiscales y desde los países de gran opacidad fiscal, genere a la vez riqueza en abundancia para unos pocos y miseria extrema para el resto.

Avergonzado, del Norte Global y sus élites económicas que están haciendo que el Sur-Global viva una brecha de desigualdad y subordinación, aumentando las diferencias entre los que disfrutan de altas rentas y los que viven en los límites de la supervivencia. Así lo confirma el último informe del Banco Mundial.

Avergonzado, de la falsa democratización del mundo, una especie de absolutismo de la democracia liberal, o de la democracia de mercado, herencia de las teorías de Huntington y Fukuyama, que lo proponían como la última alternativa legitima y viable para luchar contra los autoritarismos. Ello nos ha conducido a una democracia débil y ritualista de formalidades. Una democracia sin debate paritario y sin ‘isegoría’, esto es, sin igualdad entre el libre y recíproco uso de la palabra; una democracia, en fin, que no es capaz de respetar la voz y los plurales intereses de todas las personas. Las garantías formales del procedimiento democrático son necesarias pero nunca suficientes. La democracia ha tomado un camino, que es poco creíble y se está negando a sí misma. ¿No será el momento de repensar cuales son los valores políticos y éticos de la democracia y su propia razón fundamental?  Precisamos de un gran debate, porque no podemos perder la fe en una sociedad que desea ser auténticamente democrática, en la que nadie quede excluido.

Avergonzado, del criminal fanatismo desencadenado en Oslo, producto de patologías sociales, con un componente religioso impreciso pero con una carga narcisista y  racista, motivado por un objetivo de exclusión contrario a la política de integración.  Las victimas de este atentado, como las anteriores de Madrid, Londres y otros lugares, nos deben hacer pensar que educar para una ciudadanía de este mundo plural, es una asignatura que debería impartirse como un modelo educativo desde la UNESCO para homologar los planes de estudio.

Vivimos una etapa de enfrentamiento y lo que subyace en esa dialéctica es una filosofía de desigualdades. Los problemas reales se encuentran en esas grandes diferencias y, para solucionarlas, se debe utilizar lo mejor de la sociedad: proyectos y propuestas que dinamicen los recursos ociosos, sin dejar de actuar por enfrentamientos maniqueos ente grupos políticos, económicos, culturales, religiosos o étnicos.

Estamos en presencia de nuevos actores sociales. Se ha perdido la exclusiva de los interlocutores tradicionales. Ahora la activación de la pluralidad de foros, que están dinamizándose desde  lo local hasta lo internacional, es una nueva vía esperanzadora. El antagonismo entre los Estados y los mercados se superará, si esta nueva movilización tiene un carácter emancipador, integrador, regenerador y de participación ciudadana. Es el camino hacia la democracia deliberativa y es, también, la capacidad de la actuación colectiva para influir en los cambios en la gestión institucional, que terminará reforzando los fundamentos humanistas para una hegemonía de los ciudadanos.

La acción política del siglo XXI ya no se podrá desarrollar al margen de la sociedad civil, la cual ha emprendido un camino de movilizaciones que da esperanza a todos los demócratas que no queremos vivir cruzados de brazos.

Publicado en el diario de La Verdad el 02.08.11

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