El Estado del Bienestar

El problema subyacente en esta crisis es la fuerza del poder de los oligopolios, que han dominado a los mercados de tal manera logrando que no funcionen. El enemigo, queda claro, son los oligopolios, que también han dominado a las instituciones y todos sienten la presión de sus férreas tenazas. Ante esta situación, el segundo manifiesto de ‘Economistas frente a la crisis’ deja bien claro que los economistas no somos los mayordomos intelectuales de los poderosos, como criticaba Skidelsky, y es por ello que en esta crisis debemos poner muchas cosas en claro.
Primero: Los mercados tienen que aportar eficacia al progreso y no sus imperfecciones. En el progreso y en la riqueza debemos estar todos presentes, compartirlo, porque en caso contrario ni el progreso será cualificado como tal, ni la riqueza puede ser apropiada por unos pocos. No queremos vivir en sociedades duales, sino integradoras.
Segundo: Queremos reformas estructurales que aumenten la productividad comprobada y transparente, que sea la base para mejorar la competitividad y sirva de un incentivo laboral. El gasto público y la inversión no deben ser manipulados por campañas neoliberales para su reducción. Austeridad, sí; despilfarro, no. Pero austeridad no pasa obligatoriamente por el déficit cero como principio.
Tercero: Deseamos que la reforma laboral se aborde desde el consenso de las fuerzas sociales, que recoja acuerdos en los que se establezcan los compromisos que deben orientar la organización del trabajo, la innovación y la capitalización, así como concertar mecanismos de transparencia no sólo internos en la empresa, sino en sus aspectos de buena gobernanza.
Cuarto: El crédito debe volver a flujos normalizados y es al Estado al que le corresponde lograrlo. Por otro lado, no sería bueno traspasar con apoyos públicos los activos tóxicos de los bancos, ni es conveniente que se relajen las normas contables, para diluir los efectos, porque deseamos que los responsables de esos ‘efectos’ rindan cuentas a la sociedad por las malas prácticas empleadas.
Quinto: Un cambio en la fiscalidad que reforme el Impuesto sobre Sociedades y adapte los tipos reales y los nominales, dinamice a la Inspección de Hacienda, elimine los paraísos fiscales, modifique el régimen y control de las SICAV y que el IRPF no sea un impuesto dual, donde el peso recaiga sobre las rentas del trabajo: las medidas que se han aprobado, por un plazo de dos años, han sido un golpe muy duro para las rentas medias. Se han incautado de casi un sueldo entre el nuevo recargo y el IBI, más el resto de subidas y la repercusión del IPC. Más eficacia en la lucha contra el fraude y más medios, los niveles actuales están socavando los recursos públicos de forma insolente y, desde la posición neoliberal existente, la presión está recayendo en los más débiles. Los otros quedan inmunes, aunque sean imputados.
Sexto: La política presupuestaria de la zona euro es preocupante. Frente a los que son contrarios a la integración fiscal, somos partidarios de un papel activo del BCE que impulse el crecimiento y el empleo, sin que se limite solo a la estabilidad de precios. Precisamos acuerdos para las crisis financieras, normas de rescate, evitando las dilaciones que hemos sufrido, mutualizar los riesgos a través de los eurobonos, para que el BCE pueda actuar de cortafuegos, como lo hace el Banco de Inglaterra para la libra, o la Reserva Federal para el dólar. Mientras esto no se normalice, nuestro mercado financiero será muy vulnerable.
Y por último, en una sociedad tan dependiente de la energía y con unos costes de producción lejos de ser los más adecuados para que familias y empresas puedan afrontar sus consumos, se precisa una reforma de este sector con la misma urgencia que la del sector financiero. Hay que abordar los incipientes recursos autóctonos renovables, que equilibren el sector.
En resumen, la política se ha alejado de la ciudadanía y crecen dudas razonables de su capacidad de aproximación. Será bueno que mientras las estructuras de los partidos políticos, aquí y en Europa, descubran los caminos de encuentro, los ciudadanos tomemos con fuerza nuestra capacidad de sociedad civil. Porque ante la crisis tenemos que desprendernos del miedo y, para ello, debemos estrechar lazos de solidaridad para salir de esta ‘Gran Recesión’ todos juntos y con un horizonte mejor.
Publicado en el diario La Verdad de Murcia (España) el 17 de enero de 2012

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