Financiación de los partidos políticos

Actualmente, el predominio del marketing político, la primacía de los movi-mientos electoralista sobre los partidos políticos (con ideología, programa y militancia organizada) y una democracia representativa centrada en las eleccio¬nes, acentúan los problemas de la concentración económica. Hoy es muy difícil competir en política sin apoyos financieros importantes. Esto coloca el tema del financiamiento de la política y en particular de los partidos, en el centro de un área que revela mucha opacidad si es analizada en detalle. Es particularmente preocupante el alto grado de concentración de los grupos de poder en los medios de comunicación, y sus nexos con el sistema político institucional de partidos, los grupos económicos se filtran con lobby de expertos en las AAPP y en los gobiernos.


Los vínculos del poder económico con los aparatos burocráticos del Estado ya han sido sistemáticamente denunciados. De hecho, el debate sobre la incidencia del poder eco¬nómico en la sociedad tiene una larga trayectoria en nuestra sociedad. Pero la preocupación sobre la influencia del poder económico y las relaciones que este establece son más novedosas. El financiamiento que la sociedad, mediante el gasto público del Estado, le otorga al sector privado (fortaleciendo un poder económico) asume formas diversas como los subsidios directos, las exenciones impositivas, las compras públicas y ciertas formas de proteccionismo, incluido también el “salvar del desastre” y de los riesgos de las crisis y a veces, de la competencia, a los que por su tamaño e influencia no se les puede dejar quebrar, el caso más significativo es el sector financiero. En el debate sobre la globalización, se ha llegado a reflexionar sobre categorías que expliquen el poder económico actual, buscando comprender la nueva configu¬ración del poder del capitalismo en una escala global. En los últimos años, la preocupación es si este se encuentra en un foco geográfico particular (en el norte), sobre una influencia dominante sobre el Sur.

Tres comentarios breves sobre la financiación y el lobby permiten entender mejor su relevancia:
Uno, dado el aumento de la importancia de los medios de comunicación como vehículos de campaña política, y su mayor influencia en la opinión pública, tanto los partidos políticos como los candidatos deben gastar más en recursos, lo que los obliga a buscar grandes contribuciones que solo pueden ofrecer los mayores empresarios o las familias más ricas, que son sus principales fuentes. Uno de los rasgos del momento actual es que la dependencia de los partidos respecto del capital ha aumentado, proceso que también se observa a escala global. Si es así, la influencia de las corporaciones sobre los partidos es mayor, lo que determina su acceso rápido y efectivo al Ejecutivo y al Legislativo al mismo tiempo.

Dos, cuando el poder empresarial opera con un sistema político democrático, requiere hacer más lobby parlamentario. Es un escenario de “captura del Estado”, lo que garantiza presencia en ramas claves del Ejecutivo, y dado que hay mayor dispersión del poder político, más personas y nuevos gobiernos regionales, o más peso de los municipales, el panorama de conjunto empuja a las corporaciones a complementar sus acciones políticas con más lobby.

Tres, aunque el lobby es presentado como una forma legal por medio de la cual las corporaciones hacen conocer sus puntos de vista, en la práctica (al igual que la financiación política) suele ser una actividad opaca, desigualmente regulada y poco vigilada, lo que abre la posibilidad de transgresio¬nes éticas, y es deficientemente reconocido en los “códigos de ética” corporativa. Además, está conectado con la corrupción, siendo conocidos muy diversos casos y escándalos, entre lobby y corrupción, facilitando lo que se conoce como la “captura del Estado”. Este escenario se observa en muy diferentes países, donde existe tal abun¬dancia de estudios que denuncian al poder empresarial, presentándolo como “los dueños del país”.

Consideramos, como dice el profesor Ferrajoli, que la batalla por la democracia tiene un doble sentido, por un lado, el aspecto constitucional y por otro, su aspecto cultural, ese sentimiento ético de actuar con el mejor sentido común en favor del sistema político, pero estamos viendo, que ese sentido común, ha desaparecido ensombrecido por la corrupción.

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