Necesitamos saber, acceder a la información que soporta las decisiones de la gestión pública, para conocerla y valorarla y hacerla accesible a los ciudadanos. Se precisa una legislación básica del Estado, que se traslade a todas las administraciones públicas, para que la transparencia, no sea algo vacío de contenido, sino unas vías de participación y mejora en las administraciones públicas. Estamos pendientes, todavía, de un cambio de raíz en las relaciones con la gestión pública, porque con seguridad, esos cambios también beneficiaran a la vida social. No debemos dejar en manos de “paparazzi” las vías de la información y el conocimiento de los hechos que no ven la luz, salvo que la investigación periodística lo divulgue. Es lamentable que sea la noticia más o menos escandalosa, la que de a conocer los hechos y no una información que se obtenga por medios normales de los registros públicos. Es una vergüenza, contemplar cómo organismos públicos, niegan a otros las peticiones de información sobre expedientes y obstaculizan una labor de colaboración y la convierten en una guerra entre administraciones. ¡No se comprende!
No se comprende esa consideración de los ciudadanos, como menores de “edad”, se nos niegue al acceso a la información, por el “mal uso” que se pueda hacer de ella, cuando la opacidad reinante es el motivo de los mayores escándalos. Necesitamos conocer la información previa a todo acto administrativo, porque es el momento procesal, donde la ciudadanía puede colaborar mejor para que no se cometa ningún atropello al buen gobierno y la ética. El Anteproyecto de ley de transparencia debe ajustar más estas consideraciones y ampliar y no ser restrictivo.
El problema de las políticas existentes, es que sus estructuras no son capaces de englobar al contrario. Los problemas de aproximación ideológica, señala Simone, son hoy un problema mayúsculo, y en las últimas décadas se han desprestigiado y desteñido los partidos políticos, y avanza, como decía Pasolini, una burguesía nueva que incluye a lo que tradicionalmente ha sido la clase obrera, y lo preocupante es su ideología y la forma en que se define. Hoy la crisis, está poniendo “las cuestiones políticas y sociales, blanco sobre negro”, la política debe de cambiar de objetivos, porque si no se identifica bien a cada protagonista, la tiranía en la sociedad, se diluye entre los grupos más fuertes o con más medios de control en la opinión pública.
Sin olvidar en todo este proceso la importancia de las formas culturales y la influencia que juega en el entorno del poder, y el dominio absoluto la economía lo detectan los grupos de presión. Porque el nuevo modelo de la economía, se presenta como protagonista, con un rostro amable, que no destruye, pero que perturba, que no explota como antaño, pero que comprime al máximo, que no irrita, pero que enerva el ánimo, que no desarrolla, pero que apaga lentamente el medio, y por último, que no deja participar en la gobernanza, porque “atonta”. A lo único que nos animará insistentemente es a que trabajemos más, aportando horas gratis, y a que asumemos como costumbre, pagar los plazos, los créditos, con el fin de no reproducir epidemias como las subprime. Olvidando, o mejor ocultando, que las burbujas financieras, inmobiliarias, e incluso las trampas a lo Ponzzi, han sido promovidas desde ciertas oligarquías financieras del sistema y sus centros de poder. Vivimos sin pensar demasiado, porque todo está bajo la anestesia de conseguir de nuevo un futuro con progreso, sin pensar en ¿qué progreso?