Espiral de desigualdad

 

En contra de lo que nos difunden, el Estado no es una familia porque tiene mecanismos para aumentar sus ingresos y porque es ‘inmortal’. Los riesgos no provienen del volumen de la deuda sino de la desconfianza: hay países más endeudados que España, pero cuentan con la confianza de los mercados
Vivimos una época muy compleja con mensajes muy contradictorios y atrapados en una espiral del miedo, que se nos fomenta constantemente, con la que nos pretenden arrinconar a base de reducir la política económica a una regla de equilibrio presupuestario. Un piloto automático. Como un rodillo que funcionase a una velocidad controlada, cueste lo que cueste. Sin debate, sin querer escuchar…. porque no se quiere discusión. Operando al margen de toda razón y forzando los procedimientos democráticos, nos han impuesto unas obligaciones permanentes con el fin de sanear a todos los países de la UE.

No se puede gobernar de espaldas a la realidad
Lo importante es que la demanda no se hunda.

Así que, sin políticas, sin controles y alimentando la euforia del enriquecimiento rápido, hemos caído en la trampa de los cazadores neomercantilistas quienes, una vez atrapados en sus redes, nos imponen el “Pacto presupuestario” de forma obligatoria y, por insensatez política, ¡nada menos que como norma constitucional! Difunden por todos los medios la idea de que el Estado es como una familia, en la que no se debe gastar lo que no se ingresa. Pues no. El Estado no es una familia. El Estado tiene facultades superiores a las familias porque puede controlar el nivel de ingresos a través de sus impuestos. No tiene que obsesionarse con el equilibrio presupuestario sino que tiene que vigilar, controlar y programar el equilibrio macroeconómico, que no es lo mismo.


El Estado no es un miembro mortal, como lo es el cabeza de familia, sino un miembro ‘inmortal’ de la comunidad. Y, por ‘inmortal’, puede tener una deuda permanente que soporta con su financiación presupuestaria, siempre que sus presupuestos sean transparentes y creen confianza. Los riesgos no provienen del volumen de la deuda sino de la desconfianza: hay países muy endeudados que no sufren mayores agobios porque cuentan con la confianza de los mercados. No se penaliza por lo que se debe sino cómo se gobierna la macroeconomía. De esta reflexión podemos sacar algunas conclusiones:
Primera: Hay que adquirir compromisos en función de la evolución económica. No se pueden fijar coeficientes o tipos fijos porque la economía es dinámica: un año puede ser aceptable el tipo del 5% del PIB, para medir el endeudamiento, y en otros años puede ser del 7% al 9%. Depende de la evolución de su cuadro macroeconómico.
Segunda: Cuando hay un paro elevado, que en nuestro caso es muy alarmante, el problema no es el déficit sino sostener la demanda. El reciente informe elaborado por los Técnicos del Ministerio de Hacienda, así lo confirma: la tasa de precariedad es del 43,7% de la población. Y para buscar soluciones a la falta de demanda no es buena política reducir inversiones, retribuciones, prestaciones sociales o salarios, que eliminan consumo, al tiempo que se permite acumular riqueza y excedentes, que no se reinvierten en la economía para no contaminarse y para que no se graven sus altas rentas.
Tercera: Al método del frenazo para reducir déficit se le llama ‘comunidad de estabilidad presupuestaria’ –puesto que cada Estado tiene que equilibrar sus propias cuentas– pero, paradójicamente, cada Estado no puede contar con sus propios mecanismos correctores (como sería las devaluación monetaria) con lo que lo único que nos queda es profundizar en las desgracias: menos consumo, más paro y menos salarios, o sea, el camino de regreso a las desigualdades de hace muchas décadas.
Los últimos datos del Eurostat confirman que la mayoría de los países de la UE entran en recesión el próximo año. Solo resisten, aunque con avances endémicos, Alemania, Francia, Austria, Luxemburgo y cuatro países del Este. Pero la recesión que registra la periferia de la UE es –según el profesor Grauwe, de la London School of Economics– una “recesión provocada”. Y lo peor es que no se ven indicios de mejora. No hay ‘jardineros’ competentes y, en consecuencia, no tendremos brotes verdes en primavera. Y todo el mundo espera que cuando la recesión le llegue a la Sra. Merkel, que le llegará, habrá soluciones. Mal de muchos con final de consuelo de tontos. Como siempre.
El buen gobierno debería eliminar la espiral de desigualdad, para lo que se precisaría una política de reparto, que la carga impositiva sea equitativa y, desde esa perspectiva, controlar su déficit público sin perjudicar la actividad. No es muy difícil. Hay que tener ideas muy claras, sin ataduras ni compromisos, y no pactar nunca con los poderosos. Los ciudadanos elegimos gestores de los presupuestos para que nos administren con independencia y alimenten el dinamismo macroeconómico, no para que nos cuenten historias para no dormir.

José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis
Publicado en el diario La Verdad (Murcia/España) el 28/11/2012

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12 comentarios en «Espiral de desigualdad»

    • Hay que convencer a los ciudadanos, porque tenemos lo que queremos. Tendremos que convencer, dar ejemplo, nuevas ideas, más acercamiento a las aspiraciones de las demandas sociales, y saber hacer otra politica. Todo un reto. Gracias por tu comentario.

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