¡Un país limpio!

Poniendo como ejemplo la experiencia danesa, el autor se hace eco del hartazgo ante la corrupción, reclama controles y auditorías independientes sobre el gasto público y concluye que la actual situación está minando nuestra convivencia

Según Transparencia Internacional, Dinamarca es un país limpio. Y no es por casualidad, ni por su clima. Es sencillamente que, saturados de la corrupción de su ‘nobleza política’, dieron un giro a sus instituciones de gobierno exigiendo transparencia, ética y rendición de cuentas. Y todo ello a través de mecanismos independientes. Estaban hartos de que se turnaran los corruptos para explotarlos y dejarlos en la miseria, mientras otros se enriquecían a su costa.
La cultura social danesa es la de cumplir con sus impuestos, aun cuando estén en contra de algunos. Un 85 por ciento de la población paga sus impuestos voluntariamente y, en las encuestas, suelen calificar a sus gobernantes como “muy eficientes” en materia de gestión. Se precian de tener tolerancia cero con cualquier actitud impropia de un cargo político, sensibilidad hacia lo público a la que han llegado invirtiendo en una educación gratuita y verdaderamente igualitaria, en la que la calidad de la enseñanza no depende del centro de estudios.
En el Sur de Europa estamos ahítos de tanto corrupto, de la permisividad de los antiguos compañeros de partido político con los que son imputados, acogidos a la presunción de inocencia, un concepto legal de los procedimientos jurídicos que, sin embargo, han convertido en escudo protector para quien debe ser inmediatamente separado de toda actividad que tenga que ver con el dinero público, porque la corrupción impide la democracia.

Un país limpio
Una nueva cultura social que rechace cualquier sombra de corrupción

La sociedad civil así lo ha comprendido y ha iniciado un nuevo camino. Se demanda una regeneración que dé paso a un proceso de renovación; pide que el voto sea secreto para elegir a personas y no a listas, y que las elecciones se vean precedidas de unas primarias con la apertura a los simpatizantes y votantes de cada partido. Es una demanda a tener en consideración y así debería funcionar para todos los mecanismos de elección de puestos a cubrir, ya sean listas de ejecutivas, listas electorales, listas para órganos consultivos o para puestos en instituciones e, incluso, para los consejos de administración en Fundaciones o en Cajas de Ahorro. Es mejor ser elegidos por las bases, que por las ejecutivas. Además teniendo muy claro que cuando se incumpla el mandato recibido, si el 10 por ciento de los que los votaron piden una revisión por indignidad, hay que establecer un proceso para la votación de censura y relevo, en su caso.


Lo diré una vez más y las que hagan falta: es preciso establecer controles externos anuales, hechos por auditores independientes, para comprobar si los gastos realizados están en consonancia con los ingresos obtenidos. Hay veces que sólo con mirar lo gastado en publicidad por los partidos políticos se puede constatar que es imposible hacer tanto con tan poco. Las cosas no son difíciles, se pueden hacer con voluntad.
Es bochornoso que en los Altos Tribunales y Organismos Reguladores, la composición y, por consecuencia, los votos de sus miembros respondan a la conveniencia del partido que los promocionó. Carecemos de los elementales procesos para definir incompatibilidades, retribuciones y nombramientos de asesores. Carecemos de los elementos que nos configuren como un Estado moderno y es desolador ese simbólico ‘nadando sacando la cabeza’, que el presidente Rajoy ha definido en el Estado de la Nación, sin afrontar con valentía el paso vital para salir de las dos crisis: la económica y la que nos corroe. Se precisa drenar la basura existente que ha superado los niveles soportables y nos está asfixiando a todos. En mi opinión, mucho más al partido en el gobierno por carecer de respuesta, dañando así el prestigio internacional, por un lado y, por otro, provocando un rechazo social que alcanza a sus propios fieles. La intranquilidad es mala semilla para el crecimiento y, aún peor, nos está minando la convivencia.
José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis
Publicado en el Diario La Verdad (Murcia/España) el 5 de marzo de 2013

Compártelo en tus redes: These icons link to social bookmarking sites where readers can share and discover new web pages.
  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn
  • Reddit
  • Print
  • email
  • Google Bookmarks

2 comentarios en «¡Un país limpio!»

  1. Nuevas conciencias con ganas de reparar los daños.
    Pero, ¿desde dónde y hasta dónde? ¿Quiénes elaborarán las nuevas normas? ¿Dispondremos de la suficiente soberanía para su aplicación? ¿Somos el centro de la corrupción o solamente la periferia? ¿Unicamente nuestro país sufre de corrupción? ¿Deberían cambiar otros países, también? ¿Podrían, podremos?

    El pueblo está agotado, oprimido, expoliado. Sin posibilidades reales de poder mejorar, ni su vida ni su futuro, principalmente porque las actuales leyes sólo protegen a los agentes políticos y económicos.

    Se hace necesario un cambio, pero de moral, para empezar.

    Responder
    • Hace falta que los principios de la éica y moral pública sean un componente cultural de la sociedad. Pero hay que impulsarlos y divulgarlos, porque los corruptos han relajado a su comodidad pisoteando los principios. Un cambio en la politica, en los politicos y en las instituciomes con unos ciudadanos con conciencia de participación y colaborando en la vigilancia de los que gestionan. gracias por tu comentario.

      Responder

Deja un comentario