Es la hora de abrir las instituciones

“El control ciudadano es el antídoto más positivo frente al autoritarismo, además de un crisol del pluralismo político”
“Es significativo comprobar que la prosperidad se fundamenta históricamente en la lucha contra los privilegios”

Los factores determinantes de un crecimiento sostenible se concentran en el nivel de bienestar que disfrutan sus ciudadanos. El antagonismo entre pobreza y prosperidad son dos polos que la economía y la sociología ha estudiado en profundidad.
Una primera cuestión determinante del dilema entre pobreza y prosperidad, no es la ubicación regional, ni la cuantía de medios, ni más o mejores vías de comunicación. Lo más determinante es la forma en que se organiza la sociedad, ese conjunto de instituciones que configuran y dan vida a la actividad económica, social y política. Y son precisamente las instituciones el determinante fundamental que configura el comportamiento económico, como han puesto de manifiesto los profesores Robinson y Acemoglu, de Harvard y MIT, respectivamente.
La segunda cuestión es la Política, con mayúscula, la que fortalece las instituciones verdaderamente inclusivas. Nunca prosperan las sociedades cerradas, sino las sociedades abiertas. Consecuentemente, el poder político –tercera cuestión– cuya función es la distribución de bienes públicos y de servicios, nunca debe ser aplicado para los intereses de grupo.

Es la hora de abrir las instituciones
Es la hora de hacer los cambios que no se terminaron de hacer en la transición democrática

Con estos tres principios, elementales y sencillos, podemos observar a las instituciones políticas y su relación con las económicas. Es en esa forma de relación donde interviene la participación ciudadana, para forzar los cambios y controlar democráticamente los procesos. El control ciudadano es el antídoto más positivo frente al autoritarismo, además de un crisol del pluralismo político.
Con la fuerza ciudadana, las instituciones alimentan la prosperidad, sus reglas económicas giran al bien común, sus instituciones son de más calidad y el crecimiento se fortalece. Es significativo comprobar que la prosperidad se fundamenta históricamente en la lucha contra los privilegios. Está demostrado que la calidad política, la profundización democrática, concilia mejor con el crecimiento.
Si las instituciones son un pilar fundamental, no entendemos cómo los ciudadanos están pasando por un alto grado de desafección en sus instituciones, según las últimas encuestas. Los movimientos ciudadanos de reivindicación deben tener en cuenta que hay que ejercer una presión hacia las instituciones para que sus estructuras sean abiertas, para que puedan entrar los mejores candidatos porque la renovación de representantes nos irá alejando del empobrecimiento al que conduce esa minoría que nos desgobierna desde su neodespotismo electoral cerrado.
Desde las regiones tenemos que hacer examen de las instituciones, su utilidad, y sus reformas o aquellas que la obsolescencia, las ha dejado fuera de un contexto histórico y hoy son inservibles y su costo innecesario. Con la apertura de los gobiernos, sus organizaciones, empresas públicas, sindicatos, partidos políticos, universidad, y cuantas reciben subvenciones de los presupuestos públicos, deben cambiar para dar cobertura a las necesidades de sus ciudadanos y no al revés. En caso contrario, no saldremos del retraso económico por mucho que cambiemos las estructuras.
El desarrollo es una consecuencia de la lucha libre de los pueblos por alcanzar sus derechos políticos y las regiones que lo van consiguiendo lo aplican en sus oportunidades económicas. Es por ello que debemos plantearnos un cambio en su conjunto, no sirve que cada uno aproveche la oportunidad para hacer el suyo propio –el ejemplo catalán es significativo– sino que debemos incorporarnos todos a la iniciativa de cambio, sin que ninguna región se convierta en una rémora por su caciquismo cerrado, por su pasado menos integrador o por su incapacidad de sumar. Este es un proceso de suma solidaria en el que lo económico es un capitulo, pero no el único ni el más relevante.
Es hora de reformas, ha llegado el momento de hacer los cambios que no se terminaron de hacer en la transición política de la dictadura a la democracia. Tenemos la obligación de eliminar las estructuras imperfectas heredadas y aquellas que no se pueden mantener por su costo y por inservibles a la democracia que deseamos. Es la hora de las instituciones, el momento de despejarlas para que sean gestionadas como gobiernos abiertos.
José Molina Molina- Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis
Publicado en el Diario La Verdad (Murcia/España) el 19 de marzo de 2013

Compártelo en tus redes: These icons link to social bookmarking sites where readers can share and discover new web pages.
  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn
  • Reddit
  • Print
  • email
  • Google Bookmarks

2 comentarios en «Es la hora de abrir las instituciones»

  1. El pueblo llano, la ciudadanía de a pie que depende inevitablemente de todas las instituciones, está perdiendo la fe en sus fines y en sus funciones.

    La euforia de hace unos años con la entrada a la Unión Europea se ha convertido en desconfianza y miedo, vemos con desesperanza un futuro que sólo conlleva condiciones de vida más precarias, mientras que clases altas, políticos y grandes empresas son cada día más ricos y poderosos, empleando para ello los medios más torticeros e ilegales, protegiéndose los unos a los otros, y proyectando sobre nosotros todo el peso de unas leyes fabricadas a su medida.

    Las instituciones no son ajenas a nuestros sufrimientos, saben perfectamente en lo que sus políticas restrictivas nos están convirtiendo. Todas, orquestadas, se mueven en el mismo sentido: leyes opresivas, justicia partidista y aparatos del estado represores de toda señal contraria al sistema establecido.

    Sentimos que se están cerrando todas las puertas a una justicia social, a un gobierno del pueblo y para el pueblo. Se está gestando una revolución generalizada, países enteros se rebelan ante la represión sin límite que la Unión Europea impone, ante el robo de sus derechos y el expolio de sus bienes soberanos.

    El futuro debe de ser otro al que nos plantean las instituciones que gobiernan. Millones de personas no deben sufrir para conseguir la riqueza y el bienestar de unos pocos miles. Todo debe cambiar y nosotros estamos obligados a pensar y ejecutar los cambios, para nuestro bien y no el de los que ostentan los poderes políticos y económicos.

    Responder
    • Tenemos un largo camino, pero como dicen, no por eso hay que verlo como muy dificil, tenemos queconvertir lo dicifil en acciones diarias de nuestra actividad, lograr en cada momento nuevas metas, y así iremos poco a poco convirtiendo las instituciones en instrumentos de servicios a la ciudadanía. Gracias por tu aportación.

      Responder

Deja un comentario