La crisis que vivimos nos obliga a cuidar nuestros pasos, y aconseja no utilizar un calzado muy abierto porque entre las piedras del camino acechan demasiados reptiles.
Andar descuidado tiene muchos peligros, y hoy día estamos en un desafío tan directo que no queda espacio para ninguna distracción. Es momento de retos para posiciones más emancipadoras en la economía y en la política.
Por ejemplo, está en juego el derecho a decidir, es decir, la regulación de su marco jurídico común, no hay que confundirlo con el derecho en sí, porque desde la Constitución, nadie se ha visto privado de ese derecho. No conviene confundir una revisión y puesta al día de su marco jurídico, con el derecho en sí. La legitimidad para ser protagonistas, se inicia con los movimientos ciudadanos, pero se tienen que culminar con mayorías electorales concluyentes y que permitan los cambios. Por mucha fuerza ciudadana que se concentre en una Diada, si no se materializa en un resultado electoral, no adquiere la fuerza democrática, el derecho a decidir es de todos: andaluces, murcianos, gallegos, vascos, catalanes,….
Por otro lado, subyace la tentación de un pacto fiscal. Un acuerdo razonable que contente las aspiraciones financieras de los más catalanistas, y que a cambio, se archiven las reivindicaciones independentistas. Un acuerdo “razonable”, con más soberanía económica, y con menos aires de separación de las Instituciones del Estado. Es pasar del encanto romántico, a una gestión económica que compense aspiraciones al nuevo independentismo.
Las relaciones con Cataluña nunca fueron fáciles, se parte de ideas distintas del Estado. El centralismo, concibe a España como una unidad nacional sin fisuras, y desde la periferia, catalanes y vascos, especialmente, tienen una visión más plurinacional. Cuestión que no ha resuelto el Titulo VIII de la Constitución, las Autonomías no han funcionado en esa dirección, ni han vertebrado al Estado, al contrario, se han enrocado en movimientos de egoísmo insolidario, y ese veneno, lo hemos visto como se extendía al Estatuto Valenciano con la famosa “clausula Camps”, donde se reservan la reivindicación de tener igual que su vecino.
Hemos caído en la cueva de las serpientes, y su veneno nos puede destruir, si no aplicamos pronto los antídotos de la solidaridad y su estructura federal adecuada que nos saque de la caverna. Crisis económica más los efectos venenosos de la serpiente, son nefastos. Urge que la sociedad prisionera en dicha trampa busque y encuentre un futuro sin miedo, sin desigualdades, con libertad y uniendo a los pueblos, que son los que definen la democracia para que gobernando se solucionen los problemas.
José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis