Un modo de gobierno que no es capaz de mejorar el bienestar social de sus ciudadanos respetando sus libertades y que, sin embargo, cuida de sus élites y salva a los sectores económicos (como es el caso del financiero o el eléctrico) descuidando liderar la democracia y convirtiéndose en el guardián de los grupos dominantes, es un sistema depredador de libertades
La sociedad arrastra desconfianza en todo el viejo continente, mientras nuestro país tiene sin solucionar demasiados problemas que ahondan en esa actitud de vivir de espaldas a la ciudadanía, a base de cerrar filas para filtrar todos los intentos de participación que desean sanear el sistema. Tenemos dos problemas, el interno y los que la vieja Europa no ha resuelto. Es por ello que se precisa que los proyectos de cambio tengan esa doble visión, porque la democracia tiene que presidir a todas las sociedades y, a su vez, la democracia de cada país tiene que sumar valores para que el resultado final sea más democracia.
Entiendo que en esta crisis la función es reconciliar la economía con la política, todo lo contrario de lo que se está haciendo. Los países del Sur son el ejemplo de un divorcio, a veces tan desafortunado como que hay ministros que en sus explicaciones pretenden enfrentar a los jubilados de unos países contra los de otros, unas veces a cuenta de no perdonar la deuda, otras porque el sistema financiero es el depositario de los fondos de pensiones y, cuando no, porque unos se jubilan más tarde que otros. Esta semilla del enfrentamiento traerá malas consecuencias si antes los políticos no cumplen su función central en democracia: reconciliar economía y sociedad, frente al divorcio que durante largos años estamos soportando.
Un modo de gobierno que no es capaz de mejorar el bienestar social de sus ciudadanos respetando sus libertades y que, sin embargo, cuida de sus élites y salva a los sectores económicos (como es el caso del financiero o el eléctrico) descuidando liderar la democracia y convirtiéndose en el guardián de los grupos dominantes, es un sistema depredador de libertades. No extraña, pues, que diversos barómetros indican desde hace años el deterioro democrático, observando que caminamos en retroceso, y es en ese retorno a las fronteras.