Es peligroso que los políticos se involucren en proyectos fantasiosos de la actividad económica, porque olvidan que los elegimos para ser buenos administradores de lo común, eficientes, equitativos, y con una ética que brille por encima de sus pensamientos, y nunca para “ser unos grandes de los folklores empresariales”, si lo consideran muy aburrido es mejor que dejen la política y monten con su dinero los “circos” que quieran, pero nunca con el dinero de los contribuyentes.
Siempre ha existido la tentación de promover grandes conglomerados, una veces son proyectos industriales, y otras veces, las más espectaculares, las del sector del ocio. Los proyectos industriales de complejas instalaciones, siempre emplean el mismo manual: suelo barato, subvenciones y ventajas para instalarse en condiciones favorables, y en algunas ocasiones se inicia una subasta, para considerar las ofertas más favorables de las regiones en competición.
Ahora se ha puesto de moda, los proyectos del ocio, y se presentan como una solución al paro de la región y un apoyo al desarrollo económico de los municipios afectados, es la versión de “bienvenido Mr. Marshall” en adaptación al siglo XXI. O la otra cara de la también competitiva lucha por la ubicación de los “cementerios nucleares”. Se juega siempre con los desempleados, con los nuevos puestos de trabajo, directos e indirectos y los ingresos que generará. Se olvida que las regiones “tocadas” por estos proyectos, tanto si se hacen, como si sólo quedan en falsas expectativas, se hipotecan y quedan marcadas para mucho tiempo, si se formalizan, vivirán del turismo, cuando funcione y perderán sus raíces, todo se convertirá en cartón piedra, y la cultura tendrá más olor de refrito, que a un ambiente de promoción y liberación. Los ejemplos los tenemos repartidos por todo el mundo, hay mucha diferencia en el ambiente que se vive en el entorno de lo que se conoce por Silicon Valley, su relación con la Universidad de Stanford y también con la Berkeley, y por otro lado el ambiente del entorno de Las Vegas.
¡Resistiré!
Resistiré, como dice el sociólogo Rosanvallon, contra todo lo contrario a la democracia, contra los poderes indirectos y a la democracia contraria, ¡resistiré a la “contrademocracia”! Detesto el populismo, soy un disidente de este recomienzo de la historia, Dahrendorf nos dice, que cuando la oposición sólo actúa como oponente, dejan de ser creíbles, y la …